Como
viene siendo habitual, especialmente en estas fechas próximas al día de la
mujer (trabajadora) 8 e marzo, – si lo pongo entre paréntesis es porque nunca
me ha gustado esa coletilla, pienso que todas las mujeres son trabajadoras y
más que los hombres -, nos bombardean con titulares hablando de la brecha
salarial. Son varios los autores que han explicado que la forma en cómo se
calcula dicha diferencia tiene sus defectos estadísticos. Y no voy a
explicarlos ahora (comparación de salarios medios brutos anuales mezclando
distintas categorías y tipos de jornadas), pero flaco favor hacemos a la causa
de la igualdad, si sistemáticamente nos empecinamos en emplear mal las
matemáticas para apoyar nuestras teorías, ya que peores conclusiones sacaremos
y mayor será el error en las actuaciones a tomar.
Es
cierto que hay una brecha salarial, pero también es cierto que en la mayoría de
las empresas en los puestos sujetos a convenio esa diferencia salarial no es
real, ya que a igual trabajo igual salario. En mis casi treinta años de vida
laboral, he pasado por empresas públicas
y privadas, multinacionales, grandes y pequeñas empresas, de muy diferentes
sectores (educación, administración, alimentación, maquinaria, metal-automóvil)
en todas ellas mis compañeras y colaboradoras a igual puesto cobraban lo mismo
que los hombres. Otro dato en mi entorno más próximo (familiar y amigos) son
ellas las que ganan más que sus maridos o parejas. Y en los casos en que los
hombres ganamos más, a lo largo de la vida en pareja han sido ellas las que en
varios momentos eran el sueldo más alto del hogar. En esto la crisis económica
ha tenido su culpa y ha provocado que se comience a ver, como algo habitual, a los
hombres como verdaderos, y en bastantes casos a tiempo completo, amos de casa.
Por
lo tanto conviene analizar bien las causas de la brecha salarial para
solucionarla de lo contrario se perpetuará y no tendrá solución. Hace bastantes
años se explicaba por la formación académica, los hombres iban a la universidad
y las mujeres no. Eso hace mucho que se cambió. Luego vino el que unos
estudiaban unas carreras y las otras, otras que no permitían alcanzar salarios
tan altos. Pero eso también ha cambiado en las actuales promociones
universitarias es habitual ver hoy en día más mujeres ingenieras, médicas,
etc., que hombres, y además con mejores calificaciones. Pero sigue habiendo
diferencias.
Gracias
a que algunos empezaron a estudiar mejor los datos salariales, no hace mucho surgió
el denominado techo de cristal para explicar estas diferencias. El techo está
ahí, sigue existiendo, pero cada vez más resquebrajado. Hoy en día es habitual
ver a mujeres en puestos de toma de decisiones, aunque también es cierto que
queda mucho por avanzar sobre todo en puestos de alta dirección.
Para
terminar de romper dicho techo tenemos que avanzar en la mal llamada
conciliación familiar, pues debiera llamarse normalidad familiar y ver como
normal que una persona (hombre o mujer), sin que sea comidilla del entorno
laboral o discriminada en su carrera profesional, se coja el permiso laboral
para llevar a la progenie al médico, salir a hablar con los profesores, etc. También
en la faceta doméstica debemos profundizar en el reparto de las tareas del
hogar, siendo visto como común que el hombre planche, ponga lavadoras o
extreme. Pues todavía hay tareas del hogar que son asignadas en función de la
entrepierna. Y ante el comentario de: “¡Ay que bien tú ayudas en casa!” ó ¡Qué
bien a ti, mi chica, te ayudan en
casa!”. La respuesta debe ser: “Perdona ni ayudo, ni me ayudan, compartimos y
nos repartimos las tareas y funciones de la casa”. En esto la última palabra la
tenemos todos.
Pero
hay otro punto a considerar y del que no se habla casi nada, y es el que hace
un par de años la actriz mejor pagada desveló y es que había sido “mala
negociadora”. En la actualidad los salarios de los puestos de responsabilidad (mediana
y alta) son negociables individualmente. Y es aquí en donde se producen las
diferencias entre hombres y mujeres.
Todos,
más de una vez, hemos pensado y hasta verbalizado que hasta pagaríamos por
hacer algo que nos gusta y es sabido que llegado a cierto nivel salarial una
persona valora otras facetas. Es aquí donde la habilidad, la asertividad y el
conocimiento de las técnicas de negociación suponen un plus. Y el saber hacerse
valer es un as en la manga, además de conocer el mercado y los niveles
salariales del sector en cuestión y del entorno geográfico.
A
lo largo de mis muchas entrevistas de trabajo me he encontrado con reclutadores
que preferían a un candidato bien porque habían descubierto esa debilidad en el
gran interés por lograr el puesto o bien porque sabían que era el segundo
sueldo del hogar, normalmente en el caso de las mujeres, y no iban a pelear en
la negociación salarial a cara de perro, por tener cubiertas en gran medida las
bases de la pirámide de motivación de Maslow.
Por
ello hemos de educar, enseñar y formar a nuestras hijas e hijos en igualdad de
condiciones, no sólo a nivel académico, sino también en las tareas del hogar y muy
especialmente a saber negociar, inculcándoles el verdadero valor de las cosas.
Nota: Publicado en Navarra información el 13-03-2017.
Publicado en Diario de Navarra el 08-03-2017.
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