Tras
el largo y cálido verano, pese a los auspicios del “meteorólogo” francés, nos
encontramos ya inmersos en la rutina y vorágine diaria con los viejos problemas
de siempre. En este mundo al revés, observamos como los universitarios empiezan
las clases el primero de septiembre, mientras los infantes se prepararan para
su inicio una semana más tarde y ESO y bachiller a mediados de mes. Todo sea
por Bolonia y claro nos vemos que en este curso 2013/14 estamos en sexta
convocatoria con nuestra vieja asignatura, o créditos obligatorios (utilizando
la nueva terminología educativa), para poder salir de la crisis y pensando
estrategias para pedir las dos convocatorias de gracia y así llegar, con un
poco de suerte al ejercicio 2015/16 y poder aprobar esta materia que se nos ha
atragantado y que no es otra que el empleo/trabajo.
Cuando
en primavera nos presentábamos al examen final de curso desde muchos y diversos
ámbitos se apuntaban al reparto del trabajo. Los sindicatos por quedar bien con
sus afiliados y posibles clientes o por aquello de la “política sindical” y ser
más y mejores que los otros. Los partidos políticos, muy divertidos ellos, pues
si estaban en la oposición para quedar bien con el electorado (hay que pensar
en los votos futuros) y los que estaban en el poder (lo mismo pero al revés) por
apuntarse al carro de las ideas y no ser menos, incluso se daba el caso que
según en donde y como se estuviese se podían ver posiciones casi opuestas
dentro de las mismas siglas haciendo alambiques y encajes de bolillos para no
parecer una jaula de grillos. La patronal y organizaciones empresariales se
unían al tema ante la posibilidad de abaratar costes e incrementar la
flexibilización; pero todos con sus matices y sin ponerse de acuerdo. No sea
que se resuelva el problema y se llegue al pleno empleo, algo nefasto para el
sistema. Pues muchos de ellos no tendrían razón de existir o perderían una
poderosa herramienta para meter miedo.
Por
de pronto nada nuevo bajo el Sol, la idea del reparto del trabajo, no es original,
ya en anteriores crisis estudiosos del problema habían escrito mucho y bien
sobre él. Recomiendo el libro “Trabajar
menos para trabajar todos” de Guy Aznar de Ediciones HOAC de 1994. En donde
se daban numerosas propuestas para llevar a cabo la idea.
Pero
en aquellos debates primaverales parece ser que nadie se acordaba de aquellos
condicionantes “sine qua
non” que por lo menos a mí me explicaron mis
profesores de matemáticas. Y es que para repartir el trabajo, primero ha de
haberlo y debe ser estable. En algún debate se hablaba de repartir algo que ni
siquiera se tenía para todos los que estaban en la mesa y en muchos casos está
sujeto a pedidos que fluctúan y muchas veces no llegan al mínimo. Y segunda
condición el salario debe ser digno y que sirva para llegar a final de mes.
Difícilmente un trabajador puede repartir su trabajo con otra persona si con su
sueldo no llega para su familia. Y es que en España el sueldo medio BRUTO (1615
euros*) es 321 euros menor que el
sueldo medio de toda la Unión Europea. Muchas veces he escrito que las medias
son peligrosas y que cuando hablamos estadísticamente conviene dar los datos de
la desviación típica y de lo que se llama moda (el valor con una mayor
frecuencia en una distribución de datos). Y lo más grave es que en España la
moda salarial no llega a los mil euros, por poco. Si a esto le unimos las
pretensiones veraniegas del FMI de rebajar un 10% más los salarios, y los
deseos de la patronal de reducir el salario fijo y aumentar el variable en
función de objetivos, muchos veces fijados unilateralmente, va a ser imposible
repartir el trabajo.
Por otro lado la opción de repartir el
trabajo pasa por la decisión personal del trabajador que lo posee y lo comparta,
y cada uno sabe lo que tiene en su casa.
La sobriedad, la austeridad y el compartir
son una opción de vida, que requieren un planteamiento y reflexión personal sobre
lo imprescindible, lo necesario y lo superfluo que en la sociedad actual en la
que vivimos es una lucha contracorriente. Solo siendo sinceros con nosotros
mismos e interpelándonos en lo profundo podremos avanzar.
Es
obvio que la conquista de nuestros abuelos de la sociedad de los tres tercios
(8 horas para trabajar, 8 para descansar y las otras (para el resto de
funciones vitales) con la evolución de la misma, se está quedando obsoleta. Y
tampoco es de recibo que unos vivan exclusivamente para trabajar y otros para
estar continuamente buscando el ansiado empleo. Pero para poder repartir el
trabajo antes hemos de cumplir las condiciones previas necesarias reseñadas.
Todo lo demás es fuego de artificio o peor aún pretender repartir la miseria. Y
ya se sabe que pan para muchos hambre para todos.
No
tenemos mucho tiempo para prepararnos el examen, por ello hemos de empezar a
estudiar duro, pues los parciales llegan pronto, siempre antes de lo que
pensamos. Y ya es hora de sacar esta asignatura y con nota. Lo necesitamos para
mejorar el expediente.
*DN 26/05/2013
*DN 26/05/2013