Desde
que hace unos años, tras la emisión de la inolvidable Gilda en el coloquio
posterior de un reconocido programa televisivo uno de los “expertos críticos de
cine” apuntaba a la relación de homosexualidad entre los dos protagonistas
masculinos, ya nada me asombra de los “pseudopsicoanálisis” que hoy en día han
llegado a ser virales. Me refiero a la relación homosexual de los muñecos Epi y
Blas, a la cual un amigo irónicamente me comentó que ahora entendía aquello de
arriba-abajo, dentro-fuera, y delante-detrás.
Sin
olvidar que la culpa de todo en el maltrato, abusos y violaciones sexuales, e
incluso la necrofilia, la tienen las no tan inocentes películas de Disney. En
donde algunos llegan a ver hasta orgías que cuya nefasta consecuencia son las
violaciones en “manada”.
Semejantes
y torticeras interpretaciones son para hacérselo mirar. Pues si de algo tiene
la culpa Disney es de “bambinizar” la visión del mundo, cambiando y edulcorando
los finales de por ejemplo La Sirenita o Pocahontas. Y de humanizar hasta el
límite desaconsejable a los animales. Ojo con esto no quiere decir que a los
animales haya que maltratarlos, como seres vivos que son hay que respetarlos y
tratarlos bien, pero de ahí asemejarlos a personas hay un pequeño y arriesgado paso.
El
talibanismo en la mirada llega a tal extremo que ya hay quien pide retirar
obras de arte de los museos por ver en ellas perversas influencias. Si
Savonarola y Torquemada levantarán la cabeza estarían encantados con estos
nuevos precursores de las hogueras de las vanidades, propias de estos días de
Carnaval y postmodernos soldados de una nueva Inquisición.
Curiosamente
ninguna de estas personas menciona que con un solo golpe de clic cualquier
preadolescente, sin haberse aclarado, formado y educado en materia de
relaciones, sentimientos, afectividades y opciones sexuales, puede acceder al distorsionado
universo pornográfico; en donde, normalmente, la mujer suele representar el
papel de objeto sexual. Y en donde los intentos de emulación provocan sonrojantes
incidencias en urgencias para ofuscación de los imitadores y cierto cachondeo
entre el estresado personal hospitalario.
Pero volviendo
a la psicología, Eric Berne desarrolló el análisis
transaccional, definiendo tres estados: Padre (patrón aprendido de una
figura autoritaria), Adulto (estado más racional y realista) y Niño (estado más
impulsivo y espontáneo). Simplificando un
analista transaccional elaborará un diagrama en el que se podrá apreciar los
estados del ego que se manifiestan en una interactuación entre personas. Pero,
desgraciadamente, no todas las transacciones son
complementarias. Desafortunadamente y muy a menudo se producen las
que Berne denominó transacciones cruzadas. Por ejemplo, en una relación de
pareja, uno de los miembros, en este caso la mujer, pregunta al otro miembro si
ha visto sus gafas. Y el otro miembro, en este caso el hombre, responde:
“¡Siempre me culpas a mí de todo!”. El hombre, en vez de responder con el ego
“Adulto”, responde de forma irreflexiva, con el ego “Niño”, provocando un
conflicto o una comunicación disfuncional.
Últimamente
vengo pensando que la crisis de valores sobre la que algunos hemos venido
alertando en el fondo es una crisis de madurez, en donde las transacciones son
continuamente cruzadas. Y las complementarias brillan por su ausencia,
Desgraciadamente
en nuestra sociedad todos los días vemos reacciones infantiles, precisamente en
quienes debieran dar ejemplo de serenidad y madurez. Por ejemplo, Rajoy esconde
la cabeza ante los escándalos de corrupción de su partido y mira para otro lado
en el crítico momento de afrontar los problemas, procrastinando hasta que ya no
hay más remedio. Sánchez se empecina en “no es no” y ahora en querer ejercer de
padre de todos sus afiliados, algo parecido le pasa a Iglesias que además es
incapaz de corregir las meteduras de pata sintáctico-semánticas de Montero y
peor las justifica, y Rivera se presenta como el niño bueno que quiere emular a
Adolfo Suarez e imitar a Macrón.
Del
“monotema” de Cataluña sin comentarios, la mayoría de los españoles estamos más
que hartos del culebrón caribeño que deja el esperpento en una insignificancia.
Nuestro
foral gobierno cuatripartito ha derivado, de momento, en un pentapartito,
Podemos es un jardín de infancia donde todos se pegan por la pelota, Barkos y
Araiz contra Beltrán y Esparza están todo el día en el frontón. Mientras Aznárez
preocupada por su sillón y pide relevar a la letrada mayor.
En
el ayuntamiento se debaten temas tan importantes para los ciudadanos como que
una novel cantante salga al balcón a saludar a sus conciudadanos y su
candidatura a tirar el chupinazo. Mientras el circo continúa, Spiderman se tapa
las narices para aprobar los presupuestos y los okupas viven en palacios por la
jeta.
Con
este panorama ser adulto es una proeza. Ya en el año 78 el humorista Romeu en “Hijos
sin padre” publicaba una viñeta en la que el líder de la liga de los sin bata, pancarta
en mano, revindicaba “No quiere crecer” mientras decía “no sea que me vuelva
adulto. Y así seguimos.
Nota: Publicado el 27/02/2018 en Navarra Información y el 04-04-2018 en Diario de Navarra.
AM Ya te lo leí. Muy bueno Jesús. Sorna con gusto no pica.