Atendiendo
a lo que muchos de nuestro vecinos dicen uno saca la conclusión de que todos
suscribirían estas palabras de Cicerón “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?¿Hasta cuándo
esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta
desenfrenada audacia tuya?” que son el inicio de los discursos llamados Catilinarias.
En mala hora pregunté a los estudiantes de ESO si
conocían a Cicerón, que es más famoso que Catilina, pero corroboré que la
rebaja de las horas de Historia, compartida con Geografía y además teniendo que
dedicar una parte a estudiar la historia local no dan para mucho. Si a esto
unimos que algunos profesionales de la educación y la historia están más
interesados en adoctrinar a sus pupilos y enfrentar a sus conciudadanos, que en
darles a los primeros las herramientas para que estos aprendan y profundicen en
la historia sin politizaciones y que los segundos superen viejas rencillas, sin
menospreciar unos símbolos para imponer otros. Pero volviendo al tema.
Los españoles según nuestras preferencias
sustituiríamos a Catilina (incansable conspirador contra la república de la
antigua Roma) por cualquiera de los líderes de las cuatro importantes
formaciones políticas. A Mariano porque estamos hartos de su actitud de
aprendiz chino de esperar que el cadáver de su rival pase ante él, por no
nombrar su falta de determinación para acabar con la corrupción dentro del PP.
A Pedro porque lo que está ocurriendo en el PSOE supera con creces a cualquiera
de los capítulos de la historia de Roma, las disputas de los triunviratos
parecen un juego de niños a la encarnizada lucha por el poder en estas siglas
que hacen bueno el refrán de las empresa familiares, “Padre (Pablo Iglesias
Posse) arriero, hijo (Felipe
González) caballero (para algunos), nieto
pordiosero”, en este caso los nietos (Zapatero, Sánchez y
cuadrilla) desfalcan y arruinan la empresa. A Pablo Iglesias
Turrión (el politólogo) por su calculada estrategia que parece dar sus frutos
en su intención de destruir al PSOE, en vez de convencer al respetable, pero sus
maneras discursivas nos recuerdan a la de esos malos sacerdotes que cuando
predican echan la bronca a quienes van a misa y lo que logran es espantar a las
pocas ovejas que aún están convencidas, sin olvidar que en su casa en Navarra
hay también un puñado de dimisiones. Y también a Albert porque en su intento de
ser el nuevo Adolfo Suárez no ha encontrado el punto de apoyo que pedía
Arquímedes y no ha movido el mundo, quizá porque su guardia pretoriana (a uno
lo apodan el Lobo) lo aleja de la realidad o quizá porque se lo creyó antes de
tiempo.
Para nuestro pesar el discurso de Cicerón es el que
muchos nos hacemos ¿hasta cuándo dejaran de pensar en su asiento?, ¿hasta cuándo
de mirar su ombligo o por su estómago?, ¿hasta cuándo dejaran de anteponer sus
interés personales y partidistas por encima del de todos, incluidos los de
aquellos que por edad o condición no tienen ni voz ni voto, pero si capacidad
de sufrir?
Es que están tan ciegos o son tan incultos o tan analfabetos
históricos que no saben que cuando un pueblo está enfadado y cabreado es capaz
de lo peor.
Nos dicen que el pueblo es soberano y que las urnas
han hablado pero ellos parecen tener sordera aguda crónica. No quieren entender
que no queremos mayorías con sus rodillos, mas siguen empecinados en otras
elecciones hasta que por aburrimiento alguno la obtenga a la enésima. Reinstaurando
un nuevo “pipartidismo” eligiendo entre P(odemos) o PP. La p de problema
son ellos.
Sin embargo está claro que lo que queremos es que se
pongan de acuerdo, consensuen entre todos que se dejen de frentismos y de
líneas rojas, no les enseñaron a usar la goma de borrar o a coger un papel
nuevo si el otro estaba muy emborronado. No les enseñaron a ceder y ser
adultos.
Por favor váyanse, váyanse todos, sr. Rajoy váyase y
dedíquese a contar inmuebles hay demasiados vacíos, sr, Sánchez márchese a lo
mejor tiene suerte y le guardan su puesto de becario, sr, Iglesias vuelva a la
universidad y recuerde los experimentos con gaseosa, sr. Rivera lo intento y no
le salió, déjelo y vuélvase a su despacho de la Caixa.
Los cuatro han perdido tiempo y dinero, pero no el
suyo, el de 44 millones de españoles que nos preguntamos cada mañana: Quousque
tandem abutere, patientia nostra?