Uno
de los mayores quebraderos de cabeza en cualquier organización es la
selección de personal, elegir al mejor candidato para un puesto en
concreto y determinado y ya no digamos cuando ese puesto es de
responsabilidad y confianza. De ahí que muchas empresas decidan, a
pesar de tener perfectamente definidos los perfiles de los puestos y
los procedimientos de promoción interna, para evitar la posible
subjetividad y primar la transparencia en el proceso, subcontratar a
empresas especializadas en la selección de personal y en
determinados niveles organizativos a los llamados “cazatalentos”.
Además de tener diseñados procesos de formación e introducción en
lo organización del o los candidatos elegidos. Esto es lo que suele
hacer la empresa privada.
En
las empresas publicas, los denominados puestos de confianza se cubren
en función de un perfil político, las personas designadas lo son
no tanto por su valía y competencia técnica sino por su afinidad
política con el gobierno de turno. En cuanto al resto de los puestos
hay un amplio abanico que va desde la transparencia, pasando por los
distintos matices de la traslucidez hasta llegar a la más absoluta
opacidad.
La
administración, sin embargo,y tradicionalmente para evitar cualquier
suspicacia, opta por la oposición o el concurso oposición. En
principio, aparentemente es el sistema menos malo, pero dada las
numerosas criticas, como las que se están dando en la actual
convocatoria para las todavía inconclusas oposiciones de Educación,
así como las numerosas impugnaciones de anteriores procesos a otros
departamentos de la administración publica, bien parece que debieran
también reinventarse.
Para
empezar la sociedad en general y los ciudadanos en particular,
criticamos el sistema educativo porque nuestros hijos han de realizar
muchos exámenes durante el curso, además de los finales, revalidas
de la LOMCE, y antigua Selectividad o Ebau (algún día hablaremos de
ella) y la mayoría de estas pruebas son memorísticas. Y resulta que
en cualquier oposición lo primero que se publica cuando se convoca
es un temario, más o menos extenso. Además habitualmente, salvo en
aquellas convocatorias que precisan acreditar una cierta forma
física (bomberos, policías, celadores, ...) el primer ejercicio
suele consistir en defender un tema, de entre tres o cinco que salen
tras un sorteo. Vamos que la memoria es lo primero que se evaluá.
Además de añadir un componente de azar, el cual y gracias a la
probabilidad los aspirantes disminuyen preparando un porcentaje de
los temas. Con un poco de suerte con un 50% vale y a veces con menos.
Por tanto no pasan el corte los mejores o los que más saben, sino
los que tienen suerte y les toca uno de los temas que han preparado.
En otras convocatorias como los famosos exámenes MIR, BIR, FIR,
PIR,…lo que se hace es numerosas preguntas tipo test sobre la
totalidad del temario,con un % determinado de preguntas por cada
parte del mismo, esta opción es menos mala que la del sorteo del
tema pero en cualquier caso la memoria prima.
Sin
olvidar las filtraciones de temarios y sus modificaciones,
previamente a las convocatorias, a personas próximas a “servidores
públicos” que tienen acceso o participan en dichos procesos. Y en
más de un caso se ha llegado a pasar hasta el cuestionario de las
pruebas eliminatorias.
En
el caso de los concursos-oposición está el apartado de los baremos
y de como a veces se puntuá más unos conocimientos, especialmente
lingüísticos, que otros y que veces no tienen nada que ver con la
competencia del puesto en cuestión a cubrir. También se suele
puntuar más la experiencia en la administración que en la empresa
privada en una clara endogamia sistémica.
Resaltar
también que en este tipo de convocatorias la fase concurso puede
pesar demasiado primando así a los llamados interinos frente a savia
nueva. De manera que por muy cualificada que sea una persona, para el
puesto, sólo puede aspirar a entrar en listas y con suerte.
Tampoco
entiendo quien pone el grito en el cielo por descontar puntos por
falta de ortografía, especialmente si son OPE´s para enseñanza. No
hay excusas para escribir mal, aunque sean las tildes.
Por
todo esto, parece que al sistema de oposiciones debiera pasar por el
tamiz de la innovación, dándose una vuelta para mejorarlo y que
verdaderamente sirva para seleccionar a las personas idóneas para la
plaza a cubrir.
Sin
olvidar que hoy en día la formación es continua en cualquier puesto
de trabajo y que no debiera valer eso de:” Yo ya soy funcionario y
esta es mi plaza”, que por desgracia todavía se escucha, aunque
cada vez menos.