miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Ignorante y manipulable? No, gracias


La huida hacia adelante en busca de la felicidad de nuestra sociedad apostando por la ciencia y la tecnología nos produce una desconexión (palabra muy de moda) con una gran parte de la realidad y del descubrimiento de la Verdad como concepto filosófico. El abandono del estudio de las humanidades nos somete a una deriva peligrosa, y quien esto escribe es de ciencias.
El desconocimiento de la historia, no como una sucesión de acontecimientos o de hechos, sino como el estudio de unas causas que llevan a unas consecuencias, nos impone la probabilidad de repetir errores de calado y escamotea la capacidad de decisión libre. 

Confundimos “titulitis” con educación y cultura (un inciso cada vez más percibo que los títulos y en especial los buenos expedientes los consiguen quienes mejor saben hacer los exámenes y desgraciadamente el hecho de saber, conocer, queda relegado a la consecución de un objetivo: el título, se enseña a pasar la prueba ya sea el carnet de conducir, la selectividad,..) y nos encontramos que doctores en historia tergiversan la misma para ideologizar al pueblo. Lo mismo pasa con la lengua, estos días comprobamos que la semántica es la gran olvidada por nuestros políticos que se hacen un lío mayúsculo con organizar, celebrar y asistir; o peor quieren confundirnos, despistarnos y de esta manera ocultar tanto unos como otros su ineptitud, iniciando un debate que apela a los sentimientos dejando de lado los hechos y la realidad de una sociedad con grandes problemas por resolver y para los cuales parece que la única solución siempre es subir los impuestos, disfrazándolos con la demagogia de que es a los ricos y como todo es relativo ahora rico es el trabajador que gana más de 25.000 euros brutos al año. Eso sí, al resto de los mortales nos piden imaginación, innovación, flexibilidad, adaptación y como no aflojar la cartera.
El olvido de la filosofía nos mutila el acceso a la esfera de la espiritualidad y peor aún confunde esta última con la religión marginando el descubrimiento de la transcendencia, aunque sólo sea desde la perspectiva humanística. Ni que decir que talibanes los hay en todas las ideologías y desgraciadamente son muchos los que manipulados no quieren saber nada de religión como concepto no como experiencia y les lleva a confundir aconfesional, laicidad y laicismo. Así nos encontramos que el ciudadano de a pie no sabe distinguir entre hinduismo, taoismo y budismo, mete en el mismo saco al yihadista que al buen musulmán, se piensa que todos los judíos son ultraortodoxos, los cristianos son todos iguales: testigos de Jehova, mormones, anglicanos, luteranos, calvinistas, por no hablar de los católicos son todos romanos, cuando los hay coptos, ortodoxos, etc. E incluso dentro de los romanos hay distintas comunidades que desgraciadamente y algunas veces desde la misma la curia se intenta homogeneizar apoyando a grupos que consiguen cierta influencia, olvidando el principio de comunidad de comunidades abiertas al mundo. Y son muchos, incluso entre los creyentes los que no distinguen entre religiosidad y vivencia de la fé.
Uno puedo ser lo que quiera pero nunca ignorante e inculto, y así nos encontramos con noticias como estas: confunden a un nazareno sevillano con un miembro del Kukuxklán, suspenden la visita de un colegio de Florencia a una exposición de pintura religiosa para "no herir la sensibilidad de las familias no católicas", en la fiesta de la carpa de los universitarios hay que hacer labor de concienciación de una fiesta libre de agresiones sexistas,….Algo estamos haciendo mal si nuestros “universitarios” no saben respetarse.
La democracia, como la entendemos en la actualidad, se sustenta en el lema republicano de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” aunque su expresión práctica sea la de una monarquía parlamentaria.
Nos gusta hablar mucho de libertad, aunque nos olvidamos de su cara oscura el respeto al otro y la seguridad de todos. Se nos llena la boca de igualdad pero practicamos muy poco la opción por el pobre, en su sentido evangelizador y trasformador de la persona (empezando por uno mismo) y la sociedad en la que está inserta.
Pero la fraternidad (la unión y buena correspondencia entre hermanos o entre los que se tratan como tales) es la gran olvidada, incluso el socialismo teórico la situaba como una aspiración o pretensión difícilmente alcanzable.
Para alcanzar la fraternidad hay que conocer al otro, abrirse al otro, y es lo que conocemos como las humanidades las que nos sirven en ese proceso dialéctico, sin imposiciones y con razonamientos, y nos ayudan a descubrirnos en el otro, en el diferente y nos permite evolucionar, crecer y mejorar como personas. 
Sin embargo las humanidades son marginadas en el sistema educativo cuando no manipuladas como instrumento político como el euskera y el inglés, nos parecen innecesarias en las empresas y poco rentables en la economía, además de poco practicadas en nuestro tiempo de ocio cuando un estudio reciente confirma que los lectores son más felices que los que no leen y desvela que los amantes de los libros están mejor preparados para enfrentarse a las emociones negativas y aprovechan mejor su tiempo libre. ¿Para cuándo también una semana de las humanidades? O ¿Por qué no conjunta con la de la ciencia? ¡Anhelemos ser polímatas ("homo universalis") como Leonardo da Vinci, Voltaire o Benjamín Franklin!

 Nota: Publicado en el Diario de Navarra el 24-11-2015.