A
muchos nos contaron, en la escuela, que Marco Polo, tras su vuelta de China,
además de especias y seda, el conocido viajero veneciano nos trajo, las
naranjas, la pasta, el arroz y la pólvora, y con ella los fuegos artificiales.
Los
fuegos artificiales además de ser un conjunto de luces de colores y
detonaciones producido por diferentes dispositivos de pólvora con una finalidad
lúdica y de espectáculo usados en fiestas públicas. Se utiliza como expresión
sinónima de efecto visual para “engañar” al público. Algunos hablan de “juegos”
de artificio en vez de fuegos.
El
viernes nos despertábamos con el ataque de Estados Unidos con misiles de
crucero Tomahawk contra una base aérea de las fuerzas sirias ubicada en la
provincia de Homs, como respuesta en represalia por el bombardeo de armas
químicas (gas mostaza) que el martes pasado acabó con 86 muertos, 30 de ellos
niños en Idlib.
A
nivel mundial y con la excepción de Rusia, Irán y Corea del Norte, las
opiniones públicas han aplaudido la iniciativa de Donald Trump. Personalmente considero
que dicha actuación han sido unos fuegos artificiales, por dos motivos por un
lado el nuevo presidente estaba cosechando demasiados reveses internamente, de
otro la actuación se realizó con previo aviso a los rusos, para que estos
tuvieran tiempo de evacuar la base y avisar a sus aliados sirios, o a casi
todos.
Si
el máximo responsable del ataque mostaza era Bashar Al Assad, bastaba con un
solo misil dirigido a su palacio presidencial, como en el bombardeo que en 1986
sufrió el coronel libio Gadafi y que le metió el miedo en el cuerpo. Pero
podemos parafrasear al presidente Roosevelt “Puede ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”
sustituyendo a Somoza (padre), por el actual presidente sirio.
Pero
la traca final de los fuegos artificiales de este fin de semana nos la puso ETA
con su entrega de armas en Bayona. Como inicio, y primer paso, su anuncio no
estaba mal, pero parece que las matemáticas no cuadran el arsenal robado en
Vauvert. Además resulta que nadie conoce el arsenal completo de la organización
terrorista, con lo que no se puede afirmar su completo desarme real.
La
llamada sociedad civil, es decir la sociedad en general, lo que demanda y exige
es la completa disolución de la banda asesina, así como el esclarecimiento de la
autoría, no solo manual sino también intelectual (tan importante es una como
otra), de un tercio de sus asesinatos.
Aprovechando
la moda de la transparencia que también la sociedad reclama, no estaría de
menos que el Estado (ese extraño ente) o en su efecto la Administración (que es
algo más tangible) purgase, de una vez por todas, sus cloacas. Pues en estas
últimas semanas han vuelto a emanar demasiados efluvios de las alcantarillas
del mismo, con informes policiales (caso Faisán, caso Corrupción en
Cataluña,...) que desaparecen en la polémica Brigada de Análisis y Revisión de Casos (BARC), y de los cuales no
hay copias, con bravatas y amenazas de tirar de la manta por parte de algunos
de sus comisarios.
Uno
echa en falta la asunción de responsabilidad en ciertas decisiones “delicadas”
como suele ocurrir en otras democracias. Léase Estados Unidos y Obama en el caso de la
“anulación” de Bin Laden, llevada incluso al cine en la nominada a los Oscar, La
noche más oscura (Zero Dark
Thirty-2012). O en Reino Unido y Margaret Thachert en el incidente
de Gibraltar de 1988 con el abatimiento de tres miembros del IRA en plena calle.
O el alivio de Alemania en 1977, con su desconcierto y estupor tras el suicidio
colectivo de varios miembros de la banda Baader-Meinhof siendo canciller Helmut
Schmidt. Sin olvidar que el llamado estado de derecho tiene suficientes medios
legales para hacer cumplir las normas que entre todos acordamos. Y en donde las
víctimas (todas), y su memoria, deben ser lo primero por respeto.
Y
es que nuestra democracia sigue sin alcanzar la madurez. Y muchos,
bienintencionados y/o ignorantes, se despistan con las luces de colores de los fuegos
artificiales o se hacen los sordos (no se quieren complicar como en el famoso
poema erróneamente atribuido a Bertol Brecht, pero que fue pronunciado en el
sermón de la Semana Santa de 1946 por el pastor Niemöller en Kaiserlautern (Alemania), y que
se tituló “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”, en referencia a la apatía del
pueblo alemán ante la crueldad nazi) con las detonaciones de los mismos. Y se
tragan las historias, que desvirtúan la realidad vivida y que algunos
interesados nos cuentan para imponer su visión sesgada y partidista de la
misma.
Nota: Publicado en Navarra información el 14-04-2017.
Y también en Diario de Navarra el 14-04-2017 con el título ¿Y las propias responsabilidades?