Coincidiendo con el ecuador de la
Cuaresma, algunos titulares pusieron las clases de religión en el foco de
atención, originando incluso un cruce de opiniones y aclaraciones. Una vez más se
ha perdido la oportunidad de mantener un debate serio, tranquilo y sereno sobre
un tema tan controvertido socialmente.
Nadie niega que España es un país
aconfesional, y en la Constitución se defiende la libertad de culto, aunque el
respeto al mismo a veces se vea empañado por determinadas manifestaciones que
se dicen de libertad y que son la viva expresión de un sentimiento de laicismo
excluyente, e incluso beligerante, que hay en nuestra sociedad hacia cualquier
hecho religioso y muy especialmente si es el cristiano católico. Tampoco ayudan
ciertas posturas ultraortodoxas, rancias y naftalínicas que responden al
principio de acción-reacción y que intentan equilibrar la formula del principio
físico de cantidad de movimiento (masa por velocidad igual a masa por
velocidad). En definitiva, en vez de buscar un consenso, y una postura de
mínimos de convivencia y respeto que a todos una y satisfaga, en este tema como
en otros muchos, se busca la confrontación, la crispación y se tiende a la
imposición de la voluntad de unos sobre otros.
En nuestra sociedad la educación es
obligatoria, hasta los 16 años, además de publica y de respeto a la voluntad e
ideas de los progenitores. Por otro lado, aspiramos a que dicha formación sea
integral y que atienda al desarrollo, pleno si es posible, de las competencias
de nuestros hijos. Algo que aquí, por desgracia, sí va a los mínimos, en vez de
explotar los niveles de competencia máxima en cada área y persona, y así nos
va.
Si partimos de la idea de que las
personas somos como esas matrioshkas rusas que albergan en su interior una nueva muñeca, y esta a su vez a otra, en un
número variable. En donde una muñeca es la parte somática o corporal, otra la intelectual
o cognitiva, otra la psíquica, otra la espiritual humanística y por último otra
la religiosa. Como padres, independientemente de nuestro individual y personal
ideario político-económico-religioso, a lo que deberíamos aspirar y desear es a
que nuestros hijos desarrollen todas esas facetas en la medida de sus
posibilidades y ejerciendo su libertad de elección, y para ello tenemos el
deber de formarles en todas ellas lo mejor posible.
Por ello me parece bueno y necesario que
haya clases de Religión, aunque sí que entiendo que estas debieran ser con un
temario de historia y conocimiento del significado de transcendencia, del hecho
religioso, y sus distintas expresiones (ateísmo, gnosticismo, religiones politeístas,
monoteístas, etc., …) y variantes (protestantismo, catolicismo, sunismo.
chiismo, …).
También por ello estoy en contra de que
se disminuya el número de horas lectivas de las clases de Religión. Además, con
este temario se evitaría el excluir a otros credos o de profundizar en la “ghettización”
del hecho religioso, como se va a conseguir con la propuesta de impartir la
religión musulmana en algunos colegios de nuestra foral comunidad, en los que
curiosamente no se ofertan otras propuestas lingüísticas y con mayor apoyo
entre los progenitores.
Por no entrar en cómo se va a contratar
a los profesores de religión islámica, ya que a los profesores de religión
católica se les exige una licenciatura civil, y un curso o máster de adaptación
pedagógica y una idoneidad contrastada por parte de la titularidad de la diócesis.
Aunque si profundizásemos en esta
tercera vía los profesores de religión debieran presentarse a un
concurso-oposición con dicho temario y máster pedagógico incluido.
Por otro lado, distingo o diferencio el
conocimiento del hecho religioso, de su vivencia. De manera que la
profundización en y de la vivencia del hecho religioso tiene una parte de
opción personal, de cultivo de la fe en el credo correspondiente, y de un
desarrollo y formación individual y comunitaria, en el caso de que así lo
contemple el mismo, y que debiera darse en el templo (iglesia, sinagoga,
mezquita, pagoda, …) y por personas de la comunidad de creyentes formadas y
referentes, con sus imperfecciones humanas, en su conducta de síntesis fe y
vida.
En definitiva, otra ocasión perdida para
lograr una mejor convivencia, un mejor conocimiento del hecho religioso, una
mejora de nuestro sistema educativo y de equiparación y normalización de las
condiciones laborales de algunos docentes, y de una más que necesaria descompresión
de la alta crispación social en la que vivimos y existimos.
Nota: Publicado el 23-03-2018 en Navarra Información y 27-03-2018 en Diario de Navarra.