La
abdicación del Rey, que no por deseada ha sido inesperada, ha puesto de
manifiesto que algunos puntos de la operación transición estaban cerrados en
falso. En primer lugar destacar que en casi 39 años y no sé cuántas
legislaturas no se haya previsto legalmente este hecho y andemos a todo correr
poniendo parches con leyes orgánicas que se debieran haber promulgado hace
algunos años y que demuestran una vez más la falta de previsión y de miras de
estado de nuestros políticos y grupos parlamentarios de todos estos años, sean del
partido que sean, incluidos los minoritarios. Además de dar una imagen de Pepe
Gotera y Otilio chapuzas a domicilio. En segundo lugar ha abierto un debate
legítimo (monarquía – república) pero que se está corrompiendo no sé si por
ignorancia de muchos ciudadanos, por analfabetismo político de otros (lo cual
es preocupante teniendo en cuenta que son miembros de partidos e incluso ocupan
cargos por elección y debieran saber cuáles son las reglas y normas de su
juego) y lo que es peor por el uso de demagogia en el lenguaje y en los
planteamientos sesgados a propósito y con premeditación para la manipulación de
un pueblo que en parte está demostrando su adolescencia e inmadurez democrática
o por lo menos su poca cultura y conocimientos de las reglas del juego y de la
constitución. Constitución que es la que tenemos y que se puede cambiar porque
hay mecanismos para ello.
El
debate se está confundiendo porque se enfrenta monarquía frente a democracia,
obviando el adjetivo de nuestra monarquía que es parlamentaria. Y no tiene nada
que ver con al Arabia Saudí, por poner un ejemplo de absolutismo moderno y
petrodólares o la del vecino Marruecos un extraño híbrido a mitad de camino. La
nuestra es similar a la de los países más modernos y que nos gusta ponernos
como ejemplo en cuanto a libertades y conquistas de bienestar (Reino Unido,
Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega). Y además con menos centralismo y
más autonomía que en estos países.
En
cuanto a la idea de republica percibo una desvirtuación en su definición, ya
que se ve más como una ideología que como una expresión de un sistema, que es
lo que es en realidad. Confundiéndose o asimilándose además con una ideología de izquierdas y
descentralizadas, como si no hubiera o pudiera haber republicanos de centro y
de derechas, y repúblicas con un estado totalmente centralizado en todos sus
aspectos.
En
cuanto a sistema su expresión al igual que la de la monarquía da mucho juego.
Pues la hay totalitarias y dictatoriales como la de Cuba y la de Corea del
Norte que incluso tienen visos de convertirse en hereditarias, pues las hay que
van por la tercera generación. Las hay plenamente prostituidas y corruptas como
la de China. Las hay que no permiten la libertad de expresión y persiguen y
encarcelan a los partidos opositores como la de Venezuela, Rusia y Ucrania
hasta no hace nada.
Además
las hay que tienen un jefe de estado y un primer ministro, de las cuales no
solemos conocer al presidente que es una mera figura decorativa a modo de rey
por elección popular y temporal con su consiguiente gasto a cargo de los
presupuestos de la nación o estado, casos de Alemania, Italia, Portugal. En
otras conocemos a su presidente o presidentes pero más por sus asuntos de
faldas y entrepierna que por sus miras de estado caso de Francia, por cierto
está muy centralista ella.
Otras
en donde sólo hay un presidente que ejerce a la vez de jefe de gobierno caso de
Estado Unidos y muy independiente del poder legislativo y totalmente
independiente del judicial. Y con una cámara alta o senado compuesto por dos
senadores por estado. Eso es eficacia en el cargo teniendo en cuenta que hay
estados que son tan grandes como España. Y aquí en Navarra tenemos cuatro.
Por
la tanto hay un gran debate en qué tipo de república podemos querer frente a la
monarquía parlamentaria que tenemos.
Lo
que sí está claro es que en cualquiera de los dos casos (república o monarquía
parlamentaria) precisamos que dispongan de unos mecanismos de control de las
mismas, con un funcionamiento transparente, una ley de financiación de los
partidos, sindicatos y demás organizaciones claro en donde se sepa quién y cuánto
se da, una ley electoral que permita las listas abiertas o en su defecto
obligue a primarias en los partidos y así se evite la partitocracia,
posibilidad de circunscripciones que favorezcan una persona un voto y la ley D'hondt no desvirtué los resultados, libertad de voto real en las instituciones
(pleno de ayuntamientos, congreso, senado), una limitación en el número de
mandatos que evite la profesionalización de la política, una transparencia y
responsabilidad en las decisiones, etc.
En
definitiva un estado que mire por la persona y el bien común de los ciudadanos
y no por unas minorías privilegiadas. Y esto se puede conseguir con ambos
modelos y sin crispación y manipulación en el debate.
Por
ello ¡Viva la República! y ¡Viva la Monarquía Parlamentaria!. Pero sobre todo
diálogo abierto y consenso, que ya llevamos un marcador con dos repúblicas y
una monarquía parlamentaria (Amadeo I) fallidas.
Nota: Publicado el 14-06-2014.