¿Cómo
te ha dado por ahí?, y ¿Por qué? Son las preguntas más frecuentes que los
amigos y conocidos me hacen al ver esta vena creativa-literaria.
La
primera pregunta es fácil de responder. Todo empezó en 2009 al engrosar las filas
de PARO, S. A. Entonces empecé a tirar de mi lista de contactos. Uno de ellos me
aconsejó que intentara escribir en la prensa con el objetivo de hacerme
visible. Pero eso no se logra de la noche a la mañana.
El
tiempo fue pasando y yo fui madurando la idea. Poco a poco me venían ideas que
iba plasmando en blanco y negro en la pantalla de mi ordenador. Hasta que un
día decidí enviar una como carta al director. Pero no todo es llegar y besar el
santo. Insistí y a la tercera o cuarta vez di con la tecla y conseguí que me la
publicaran.
Ese
me animó y continúe hasta que de repente un día me encontré con que desde la
redacción del periódico se ponían en contacto conmigo para pedirme una
fotografía y mostraban interés en publicarme con nombre y firma.
Con
el tiempo la lista de “escritos” ha crecido. Muchos han visto la luz como artículos
de opinión, otros como cartas a los lectores, y otros se quedaron en el camino.
Los primeros son los que aparecen en la pestaña “Desde la tribuna” y los últimos,
muchos los encontraréis en la pestaña “El último romano”. Quién sabe si en un
futuro no salgan todos en un libro de recopilación y explicaciones de su origen
y motivos.
El
¿por qué? es algo más complicado de responder, por un lado estaba la
visibilidad. Eso estaba logrado, sobre todo al entrar en el medio de mayor difusión en la comunidad. Pero la realidad es más compleja.
Con
el tiempo se ha convertido en una especie de hábito o pasatiempo que cumple los
peldaños de la pirámide de Maslow que no logro con mi actual ocupación laboral
y que además me ayuda a sobrellevarla
En el fondo subyace la idea de participar en la sociedad, de pensar, de
compartir, y quizá de hacer pensar a otras personas, para construir una
sociedad mejor, para denunciar las incongruencias del sistema. Y sobre todo por
cumplir con el deber de poner mis capacidades al servicio de los que no pueden
hacerlo, como reflexionaba José Saramago. A la vez crecer como persona descubriendo
y puliendo una nueva capacidad en mí.
Pues
la realidad es que, de pequeño, lo pasaba fatal cuando en los deberes de lengua
(tanto en castellano, como en inglés) nos mandaban escribir una redacción, me
bloqueaba y costaba encontrar un tema y su posterior desarrollo. Ahora sin
embargo me encuentro muchas veces pensando una idea sobre la que escribir y ante
el ejercicio de ser capaz de ajustarla a las 800 palabras de un artículo o las
500 de una carta, logrando el enfoque adecuado para que sea publicable.
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