domingo, 21 de diciembre de 2014

Ojo al dato





Tras 18 años de juventud y casi 34 inviernos de experiencia, uno ha podido comprobar que el sistema deja a Saturno en un bebe de pecho en cuanto a voracidad se entiende. Y que deglute y fagocita cualquier elemento de ser susceptible de conseguir beneficio. Ejemplos hay muchos estilos musicales que surgen como contestatarios y críticos son convertidos a los dos días en máquinas de rentabilidad (Rock, Punk, Hip-Hop o Rap), lo mismo pasa con el cine independiente o con las tribus o movientes urbanos (Beatnicks, Hippies, Hipsters, o el último de Hijabsters). El mundo de la gestión empresarial tampoco está exento de esta hambre compulsiva que roza la bulimia. Al final de los ochenta era presumir de tener sistemas de gestión de calidad, aunque ésta debía ser indispensable, después vinieron los sistemas de  gestión medioambiental y las excelencias del EFQM (que han afectado a la mayoría de los centros educativos, olvidando que la verdadera excelencia se da en el aula), pero hoy quiero céntrame en el último alarido de gestión que es la Responsabilidad Social Corporativa. Cualquier empresa que se precie debe presumir de ella, pero a veces se cometen errores de calibre, por falta de tacto y empatía para con los llamados “stakeholders” (término inglés utilizado por primera vez por R. E. Freeman en su obra: “Strategic Management: A Stakeholder Approach” (Pitman, 1984), para referirse a «quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de una empresa».)

Me confieso fiel seguidor de un programa de radio de tarde-noche (94,20 en FM)  en donde los jueves hay una sección en la cual un experto en análisis de datos envía al purgatorio a medios y personas que emplean los mismos de una forma errónea o confusa en noticias y artículos. Siguiendo su ejemplo me veo en la obligación de enviar esta semana al purgatorio a varios medios forales, que se han hecho eco de una noticia posiblemente enviada a los medios desde el gabinete de prensa de una conocida multinacional por vía de alguna agencia de prestigio como Europa press o EFE. Entiendo que es difícil, casi imposible, corroborar la veracidad de todos los cientos de noticias que se producen al día. Y más cuando vienen de una empresa seria que presume de un código de conducta.

La verdad es que a quien hay que enviar al purgatorio es a la empresa, por manipular a los medios, usando información basada en verdades a medias. En este otoño les ha colado dos goles a los medios. El primero era una noticia en la cual unos doscientos empleados de la misma habían acudido al final de una prueba deportiva. En la que se decía que habían sido elegidos por sorteo, por desgracia no todos lo empleados supieron del mismo, porque no se utilizaron ni todos los puntos de información de la planta, ni el boletín semanal para ello.

El segundo es, en mi opinión,  peor pues afecta a la Fundación Anastasio de Gracia-FITEL (AGFITEL), cuyo objetivo es el fomento de la lectura en el ámbito laboral, iniciativa que cuenta con el patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través del Plan de Fomento de la Lectura, y la colaboración de MCA-UGT y  las editoriales Nórdica Libros, Seix Barral y Planeta. De lo que no informan es que de los 100 ejemplares de la novela repartidos entre los trabajadores, el 70% fue para personal de oficinas y mano de obra indirecta (unos 900) y solo el 30% para los operarios (algo más 3.000), repartidos en tres turnos. Pero lo injustificable es la discriminación de un tercio de estos por pertenecer al turno que estaba trabajando cuando se iba a tener una charla coloquio con el autor del mismo, a estos operarios no se les dio el libro, aunque algunos fueron a solicitarlo, con la excepción de uno que debió ser un error del responsable que los entregaba. Como que hoy en día no hay medios y posibilidades técnicas que hubieran permitido la participación de estos pocos trabajadores interesados. Pero desde luego nunca, NUNCA discriminar a un tercio de la plantilla de un acto cultural de una Fundación. Y menos hacerse propaganda a costa del mismo tras flagrante acto de desconsideración a los operarios que eran el objetivo primordial de la campaña. Con la esperanza de que los lectores pongan en cuarentena noticias de este tipo y el deseo de que en el futuro las empresas se organicen mejor que hacer las cosas bien que no cuesta tanto, sólo un poco de interés y de pensar en los demás. Y así la responsabilidad corporativa será real. Un “stakeholder” por partida doble según la definición del sr. Freeman.

Nota: Publicado como Carta a los Lectores en el Diario de Navarra el 28-12-2014.


Ya te he leído, esta vez te han degradado.







RE