El 6 de diciembre
nuestra constitución cumple 36 años, una edad que para las personas significa
estar en la madurez y plenitud de la vida. Sin embargo nos parece vieja y
obsoleta. Últimamente han surgido numerosas voces para cambiarla. Es evidente
que no hay nada que dure siempre, salvo el Creador. Ni siquiera los principios,
basta recordad al genial Groucho Marx “Si
no le gustan estos principios tengo otros”, tan actual en nuestro panorama
político y económico. No hay más que ver como hasta el Sr. Florentino retira la
cruz de la corona del escudo del Real Madrid para poder hacer negocios con los
árabes. Cualquier día nos vemos obligados a cambiar los símbolos de Navarra, ya
que las cadenas y la esmeralda son recordatorio permanente de una derrota de
las huestes almohades en una batalla que cambio el curso de la historia y de la
participación de Navarra en la construcción de lo que hay somos.
De las ocho
constituciones que hemos tenido y casi otros tantos proyectos, ésta (ya ven que
sigo escribiendo la tilde como cuando me enseñaron de pequeño, la letra con
sangre entra) la del 78 que podríamos bautizar como la del Consenso, es la que
más nos ha durado, por algo será.
No voy a poner en duda
que nuestra constitución necesita un “lifting”.
Pero tanto hablar de ciencia y tecnología nos ha hecho olvidar como se
conjugan los verbos y su significado. No es lo mismo cambiar, que remodelar o
que reformar. Cuando se habla de cambio se entiende romper con lo viejo y hacer
algo nuevo, remodelar tiene una connotación estilística y poco profunda,
reformar la tiene de revisionista y enseguida surge su antagónico “contrareformar”
que tiene una denotación carca y reaccionaria. Muy probablemente en la cabeza
de nuestro políticos y tertulianos la palabra que busquen sea una que está tan
de moda en el ámbito técnico-económico y que es innovar.
Nuestra constitución
precisa innovarse. Queda bien, muy bien y suena mejor.
Pero antes de efectuar
dicha tarea, conviene planificar, algo que aborrecemos los latinos y que nos
caracteriza enormemente a los españoles. Nos gusta empezar rápidamente y luego
ya improvisaremos sobre la marcha que para eso somos los mejores. Y así nos va
y nos luce el pelo.
Hay artículos que
necesitan adoptarse a los tiempos como la abolición de la ley Sálica, que el
primer rey Borbón (Felipe V) `promulgó el 10 de mayo de 1713 y que pese a los
tiempos ahí sigue, y las feministas sin decir ni pío. Y ahora con Felipe VI
como rey, por delante de sus hermanas mayores, puede cerrarse este bucle.
Y algún que otro, que
cuando se ha querido se ha modificado de manera exprés y que convendría ser
refrendado por todos, aunque en el fondo no nos guste pero era necesario.
El problema no es
mejorar la constitución, porque cuando queremos nos entra una “extranjeritis”
de preocupar y miramos a los Estado Unidos (constitución de 1787 con 27
enmiendas desde entonces) o Francia (constitución de 1958 con cambios en 1971 y
1992 por lo menos) como parangones y nos olvidamos que estos llevan muchos años
con sus constituciones, adaptándolas a los tiempos sin marear la perdiz como
nos gusta aquí. El problema es saber qué y por qué?
No cambiar porque sea un
apaño para mal contentar a los nacionalismo periféricos o porque a un partido
con una crisis de identidad de diván de psiquiatra argentino afincado en la
gran manzana le guste más ahora el “federalismo asimétrico”, el cual bien
podría llamarse “confederalismo tendente a la unión”. O porque la gran mayoría
de los partidos, incluidos los de nuevo cuño, no tengan nada claro un modelo de
estado para todos o peor no se atrevan decir y publicar cual tienen.
No porque nuestras
jóvenes generaciones debido a unas malas leyes de educación no tengan ni se
hayan molestado en adquirir conocimientos de la historia de España sin ser
manipulada ni vilipendiada por unos y por otros.
No porque a mí no me
dejaron decidir. Yo tampoco decidí esta constitución, en aquella fecha estaba a
menos de un mes de cumplir los 16. Y creo que entonces tenía más madurez para
poder votar que muchos con el doble de edad ahora, en el siglo XXI con internet
y libertad para aprender, hablar y conocer.
Sí a la innovación
constitucional, sin prisas y sin pausas, pero respetando su andamiaje y frontal
cara vista de consenso y respeto a todos. Que buena falta nos hace la
prescripción de estas medicinas a todos.
Que disfruten de este
día festivo y medítenlo un poco. Gracias!!!
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