lunes, 1 de diciembre de 2014

Sobre la Constitución del 78, la del consenso



El 6 de diciembre nuestra constitución cumple 36 años, una edad que para las personas significa estar en la madurez y plenitud de la vida. Sin embargo nos parece vieja y obsoleta. Últimamente han surgido numerosas voces para cambiarla. Es evidente que no hay nada que dure siempre, salvo el Creador. Ni siquiera los principios, basta recordad al genial Groucho Marx “Si no le gustan estos principios tengo otros”, tan actual en nuestro panorama político y económico. No hay más que ver como hasta el Sr. Florentino retira la cruz de la corona del escudo del Real Madrid para poder hacer negocios con los árabes. Cualquier día nos vemos obligados a cambiar los símbolos de Navarra, ya que las cadenas y la esmeralda son recordatorio permanente de una derrota de las huestes almohades en una batalla que cambio el curso de la historia y de la participación de Navarra en la construcción de lo que hay somos.

De las ocho constituciones que hemos tenido y casi otros tantos proyectos, ésta (ya ven que sigo escribiendo la tilde como cuando me enseñaron de pequeño, la letra con sangre entra) la del 78 que podríamos bautizar como la del Consenso, es la que más nos ha durado, por algo será.

No voy a poner en duda que nuestra constitución necesita un “lifting”. Pero tanto hablar de ciencia y tecnología nos ha hecho olvidar como se conjugan los verbos y su significado. No es lo mismo cambiar, que remodelar o que reformar. Cuando se habla de cambio se entiende romper con lo viejo y hacer algo nuevo, remodelar tiene una connotación estilística y poco profunda, reformar la tiene de revisionista y enseguida surge su antagónico “contrareformar” que tiene una denotación carca y reaccionaria. Muy probablemente en la cabeza de nuestro políticos y tertulianos la palabra que busquen sea una que está tan de moda en el ámbito técnico-económico y que es innovar.

Nuestra constitución precisa innovarse. Queda bien, muy bien y suena mejor.

Pero antes de efectuar dicha tarea, conviene planificar, algo que aborrecemos los latinos y que nos caracteriza enormemente a los españoles. Nos gusta empezar rápidamente y luego ya improvisaremos sobre la marcha que para eso somos los mejores. Y así nos va y nos luce el pelo.

Hay artículos que necesitan adoptarse a los tiempos como la abolición de la ley Sálica, que el primer rey Borbón (Felipe V) `promulgó el 10 de mayo de 1713 y que pese a los tiempos ahí sigue, y las feministas sin decir ni pío. Y ahora con Felipe VI como rey, por delante de sus hermanas mayores, puede cerrarse este bucle.

Y algún que otro, que cuando se ha querido se ha modificado de manera exprés y que convendría ser refrendado por todos, aunque en el fondo no nos guste pero era necesario.

El problema no es mejorar la constitución, porque cuando queremos nos entra una “extranjeritis” de preocupar y miramos a los Estado Unidos (constitución de 1787 con 27 enmiendas desde entonces) o Francia (constitución de 1958 con cambios en 1971 y 1992 por lo menos) como parangones y nos olvidamos que estos llevan muchos años con sus constituciones, adaptándolas a los tiempos sin marear la perdiz como nos gusta aquí. El problema es saber qué y por qué?

No cambiar porque sea un apaño para mal contentar a los nacionalismo periféricos o porque a un partido con una crisis de identidad de diván de psiquiatra argentino afincado en la gran manzana le guste más ahora el “federalismo asimétrico”, el cual bien podría llamarse “confederalismo tendente a la unión”. O porque la gran mayoría de los partidos, incluidos los de nuevo cuño, no tengan nada claro un modelo de estado para todos o peor no se atrevan decir y publicar cual tienen.

No porque nuestras jóvenes generaciones debido a unas malas leyes de educación no tengan ni se hayan molestado en adquirir conocimientos de la historia de España sin ser manipulada ni vilipendiada por unos y por otros.

No porque a mí no me dejaron decidir. Yo tampoco decidí esta constitución, en aquella fecha estaba a menos de un mes de cumplir los 16. Y creo que entonces tenía más madurez para poder votar que muchos con el doble de edad ahora, en el siglo XXI con internet y libertad para aprender, hablar y conocer.

Sí a la innovación constitucional, sin prisas y sin pausas, pero respetando su andamiaje y frontal cara vista de consenso y respeto a todos. Que buena falta nos hace la prescripción de estas medicinas a todos.

Que disfruten de este día festivo y medítenlo un poco. Gracias!!!

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