jueves, 30 de septiembre de 2021

La noche más larga

 

La noche ha sido larga y la amanecida es fría. Voy camino del cadalso, con mis compañeros de infortunio e ideales, más no nos arrepentimos de nada. Hay que luchar por lo que uno cree, aunque se pierda. Sin embargo, ningún trovador nos canta al alba: “Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga”.

 

Nuestro delito es habernos sublevado, al grito de ¡Viva el pueblo!, contra el nuevo rey, de nombre Carlos. Mejor dicho, en realidad nos levantamos contra esa pléyade de cortesanos que le rodean, mitad flamencos que no se enteran de la misa la media. Y la otra mitad medrosos alcahuetes, turiferarios y mamporreros que buscan su propio lucro y provecho a costa del lomo de los infelices ignorantes. Nuestro error fue acudir a su madre para pedirle un imposible, que se opusiera a su hijo.

 

El detonante los impuestos, pretendíamos retomar el sistema de encabezamientos, modalidad de las alcabalas pues considerábamos eran más justas y menos gravosas para el pueblo. Mas había que pagar a los banqueros alemanes, Welser y Fugger. Ellos habían adelantado el dinero para la compra de los votos electores del nuevo emperador del Sacro imperio.

 

Luego estaba una orgullosa minucia, nos oponíamos a que se antepusiera el título de emperador, al de rey de Castilla. El resto ya lo sabéis, nuestra derrota en Villalar. Sin clemencia por parte de los vencedores, quisieron borrar todo resto de la sublevación, mandando así un mensaje a los pocos supervivientes. Ejemplo el caso del escritor Garcilaso de la Vega, herido en defensa de la causa del emperador, acabó desterrado por acudir a la boda de su sobrino, hijo de su hermano comunero.

 

Gran parte de los que se salvaron, tuvieron que irse a hacer las Américas, huyendo de las represalias y ocultadno su linaje. Un tal Alonso del Castillo Maldonado fue compañero de Alvar Cabeza de Vaca en su gran viaje desde Florida hasta México, pero eso es otra historia, que merece ser contada aparte.

 

El oro y la plata de Nuevo México y Tierra Firme sirvieron para pagar a los malditos banqueros, a la vez que los cortesanos continuaban enriqueciéndose, sin nada que arriesgar.

 

¡Pardiez! Manda huevos que dentro de cuatro siglos me levanten una estatua en Segovia y su teatro lleve mi nombre. Y que cien años después, un rey de las Españas acepte la presidencia de honor en los actos conmemorativos de nuestra aplastada revuelta, celebrándose un congreso internacional titulado 'El tiempo de la libertad. Comuneros V Centenario'.

 

Extraños giros tiene la historia.

 

A pesar de ellos el lampedusiano gatopardismo sigue saliendo triunfante. Continuamos endeudados con Europa. Las ansias de poder de nuestros electos dirigentes son insaciables. Igual da que sean de los hunos o de los hotros, como los llamará Unamuno en el siglo XX. Se ayudan de una cohorte de nuevos cortesanos que ahora se llaman asesores y siguen manejando los impuestos a su antojo. Además, se alían y recompensan con prebendas a quienes quieren destruir nuestra patria e incluso tergiversan nuestras ideas de Las Comunas.

 

La larga noche continua en la historia, aunque el frio amanecer se acerca para mí, en donde me espera el filo gélido de un hacha. Me pregunto si mi muerte será en vano.

 

Quién sabe si dentro de muchos años, un crio se acerque, por confusión nominal a mi estatua, descubra nuestra causa y levantando nuestro estandarte, al grito de ¡Santiago y Libertad!, sueñe con un futuro más justo.