La noche
ha sido larga y la amanecida es fría. Voy camino del cadalso, con mis
compañeros de infortunio e ideales, más no nos arrepentimos de nada. Hay que
luchar por lo que uno cree, aunque se pierda. Sin embargo, ningún trovador nos
canta al alba: “Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga”.
Nuestro
delito es habernos sublevado, al grito de ¡Viva el pueblo!, contra el nuevo
rey, de nombre Carlos. Mejor dicho, en realidad nos levantamos contra esa
pléyade de cortesanos que le rodean, mitad flamencos que no se enteran de la
misa la media. Y la otra mitad medrosos alcahuetes, turiferarios y mamporreros
que buscan su propio lucro y provecho a costa del lomo de los infelices
ignorantes. Nuestro error fue acudir a su madre para pedirle un imposible, que
se opusiera a su hijo.
El
detonante los impuestos, pretendíamos retomar el sistema de encabezamientos,
modalidad de las alcabalas pues considerábamos eran más justas y menos gravosas
para el pueblo. Mas había que pagar a los banqueros alemanes, Welser y Fugger. Ellos
habían adelantado el dinero para la compra de los votos electores del nuevo
emperador del Sacro imperio.
Luego
estaba una orgullosa minucia, nos oponíamos a que se antepusiera el título de
emperador, al de rey de Castilla. El resto ya lo sabéis, nuestra derrota en
Villalar. Sin clemencia por parte de los vencedores, quisieron borrar todo
resto de la sublevación, mandando así un mensaje a los pocos supervivientes. Ejemplo
el caso del escritor Garcilaso de la Vega, herido en defensa de la causa del
emperador, acabó desterrado por acudir a la boda de su sobrino, hijo de su
hermano comunero.
Gran
parte de los que se salvaron, tuvieron que irse a hacer las Américas, huyendo de
las represalias y ocultadno su linaje. Un tal Alonso del Castillo Maldonado fue
compañero de Alvar Cabeza de Vaca en su gran viaje desde Florida hasta México,
pero eso es otra historia, que merece ser contada aparte.
El oro y
la plata de Nuevo México y Tierra Firme sirvieron para pagar a los malditos
banqueros, a la vez que los cortesanos continuaban enriqueciéndose, sin nada
que arriesgar.
¡Pardiez!
Manda huevos que dentro de cuatro siglos me levanten una estatua en Segovia y
su teatro lleve mi nombre. Y que cien años después, un rey de las Españas
acepte la presidencia de honor en los actos conmemorativos de nuestra aplastada
revuelta, celebrándose un congreso internacional titulado 'El tiempo de la
libertad. Comuneros V Centenario'.
Extraños
giros tiene la historia.
A pesar
de ellos el lampedusiano gatopardismo sigue saliendo triunfante. Continuamos
endeudados con Europa. Las ansias de poder de nuestros electos dirigentes son
insaciables. Igual da que sean de los hunos o de los hotros, como los llamará
Unamuno en el siglo XX. Se ayudan de una cohorte de nuevos cortesanos que ahora
se llaman asesores y siguen manejando los impuestos a su antojo. Además, se alían
y recompensan con prebendas a quienes quieren destruir nuestra patria e incluso
tergiversan nuestras ideas de Las Comunas.
La larga noche
continua en la historia, aunque el frio amanecer se acerca para mí, en donde me
espera el filo gélido de un hacha. Me pregunto si mi muerte será en vano.
Quién
sabe si dentro de muchos años, un crio se acerque, por confusión nominal a mi
estatua, descubra nuestra causa y levantando nuestro estandarte, al grito de
¡Santiago y Libertad!, sueñe con un futuro más justo.