jueves, 14 de abril de 2016

La ley y las trampas



Ya sea por mi “deformación” académico-profesional, ya por mi afición al género negro, ya saben novelas y cine de espías, policía y bajos fondos, o por mi imperfecta fe (quiero querer creer) pienso que las cosas no pasan por casualidad. Me refiero a que no es casual que justo cuando se inicia la campaña de la renta, salen a la luz los papeles de Panamá, la operación Ave Fénix (nuevo caso Mario Conde), a que el expresidente Aznar utilizó los mismos medios o trucos que el señor Monedero para pagar menos a Hacienda. Parece que el único ministerio que pese a estar en funciones trabaja al 120% es el “chupasangres” de Hacienda.

Al margen de la culpabilidad (que deberán demostrar las investigaciones policiales y fiscales) o no de los implicados, y espero que en caso de ser culpables les caiga todo el peso de la ley, hay varias ideas sobre las que quiero que reflexionen.

La primera es la de “difama que algo queda”. La lucha por las cuotas de venta y audiencia de los medios nos sirven titulares sensacionales y sensacionalistas, según la pluma o la voz del medio en cuestión, que algunas veces lo que hacen es levantar calumnias manchando el nombre de las personas que aunque demuestren su inocencia ya están marcadas para siempre. Les recomiendo sobre este tema de las etiquetas puestas dos películas muy interesantes La duda de 2008 con Philip Seymour Hoffman y La caza de 2012 con Mads Mikkelsen. La mayoría de las personas nos quedamos con el titular y no profundizamos en el resto del texto o noticia o buscamos más información o contrastamos otras fuentes. Con lo que el mal ya está hecho, aunque al tiempo el difamado gane una, suculenta o no, indemnización en los tribunales.

La segunda idea es la de que, como se dice ahora, no marida lo justo con lo legal. Una cosa puede ser legal pero no justa, entendido como éticamente aprobable. Es obvio que es legal tener una empresa en donde uno quiera, pero no es ético, o no parece, inscribirla en un paraíso fiscal. Los ciudadanos de a pie a lo que aspiramos es que nuestros legisladores hagan sus trabajo (eso cuando de una vez se pongan de acuerdo en formar un gobierno estable a nivel nacional y a nivel local demuestren saber estar, empezando por la presidente del Parlamento Foral, que en vez de dar ejemplo nos ha regalado su enésima “cutrez”) de manera que las leyes sean cada vez más justas. Pero ya el papa Francisco en el punto 211 de la Laudato Sí nos advierte que “la existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal”.

La tercera idea viene de esa transformación personal, porque todos, o casi todos utilizamos los mecanismos legales a nuestro alcance para pagar lo menos posible a Hacienda. Está meridianamente claro que Ramón García parado, Cristina Gracia enfermera contratada, Juan Otamendi profesor de secundaria o Josetxo Aramburu trabajador de VW, lo tienen bastante complicado para disimular la mayoría de sus ingresos pues vienen vía nómina controlada. Sólo les queda trampear con el IVA, o alguna “chapuzilla” echa en negro. Pero hay otros que lo tienen más fácil, cuando sus ingresos dependen de la facturación que ellos emiten.

Por otro lado todos conocemos personas cercanas que usan la ley para desgravar lo máximo posible y no nos parece delito que pongan a nombre de sus descendientes o cónyuges ciertos bienes, que metan ciertos gastos personales en las cuentas del negocio o en su contabilidad de autónomo, aconsejados por sus asesores contables. Cada vez son los menos los que llevan su propia contabilidad. Si las asesorías han triunfado ha sido por este “ahorro” que compensa la factura de las mismas, además del tiempo y el hecho de tener que saber de todo. Punto este que compromete la viabilidad de muchas pequeñas empresas unipersonales.

Pero claro estas asesorías están aquí, no en Gibraltar, Bahamas, Liechtenstein. El problema es que vivimos en mundo global para lo bueno y para lo malo. Y la única forma de cambiarlo, y mejorarlo, es empezando por la transformación personal.

Para ello tenemos que empezar por hacer algo que se cultiva muy poco hoy en día y es auto interpelarnos con sinceridad y en soledad, preguntándonos: ¿quién esté libre de pecado?, que tiré la primera piedra.

Nota: Publicado en el Diario de Navarra el 18-04-2016.

 


Estimado Jesús,
Acabo de leer tu artículo en la web del DN. Claro, razonado, y al grano. ¡Gracias!
RE
 
Muy divertido el artículo de hoy...jjjj 
JO

Ya lo he leido. A mi me gusta mucho como escribes.
MªEB

 

martes, 12 de abril de 2016

Sin noticias de Gurb



Tranquilos que no voy a realizar una crítica literaria, ni les voy hablar de esta novela de Eduardo Mendoza. Autor al cual recomiendo leer, personalmente me gustó más El misterio de la cripta embrujada y la última que ha escrito ha tenido una buena acogida. Pero el título de la misma nos vale para encabezar este artículo.

Hace apenas unos dos meses que una muy conocida multinacional que tiene una de sus fábricas en nuestra comunidad pedía una negociación ultra rápida a los trabajadores de la misma para optar, pujar, concursar, (no sé cuál es la palabra a emplear, desde luego opositar, ¡no!, pues en la empresa privada los contratos indefinidos ya no son lo que eran y mañana por circunstancias del mercado o porque no le caes bien a tus superiores te encuentras alargando la fila del paro), a la concesión de un nuevo producto o modelo.

Los representantes de los mismos hicieron lo que debían y presentaron la oferta enlos plazos acordados. La empresa se comprometía a contestar en un mes.

Apenas pasados unos días la dirección de la misma sorprendió de nuevo a la plantilla con otra negociación de un aumento de pedidos y con una nueva negociación, esta vez mega rapidísima por la premura, casi inmediatez, del cumplimiento de los mismos. Los trabajadores volvieron a cumplir, llegando a otro acuerdo. Aún a sabiendas de que otro año más les pueda pasar lo mismo que en el ejercicio anterior.

Y es que debido a las circunstancias del mercado, están repartiendo su trabajo (con quien lo necesita, pese a que las medallas de este hecho se las lleven la empresa y el gobierno de turno), el cual no tienen asegurado para este año y que al final del mismo y tras una producción que satisfaría su jornada anual, se encuentren con que pueden deber días a la empresa (el año pasado fueron dos) y además no reciban ni un euro por la paga de productividad por no cumplir los objetivos.

Lamentablemente ellos no pueden hacer nada más que realizar bien su trabajo, porque no poseen elementos o instrumentos para incidir en la consecución de ese objetivo, ya que no controlan los pedidos o producciones asignadas y tampoco el número de personas que se contratan, por lo que casi nunca alcanzan la productividad (unidades/persona por tiempo) esperada. Como diría Bill Clinton: Es la flexibilidad, estúpido!.

Ya se han cumplido los plazos y al igual que en la novela de Eduardo Mendoza no hay noticias de Gurb, perdón de Wolfsburgo. A excepción del partido de cuartos de la liga de campeones.

El tema es que los psicólogos y pedagogos nos aconsejan que a los niños no hay que engañarles, porque si no perdemos su confianza. Por otro lado en las modernas escuelas de negocio donde se forman a los líderes de nuestras empresas se les enseña lo mismo o parecido, pues en las llamadas grandes empresas se presume de mimar al mayor capital de las mismas que son sus trabajadores, eso es lo que dicen en sus políticas de calidad, y propaganda corporativa, por ello choca y llama la atención el silencio administrativo sobre este tema. Y más cuando se ha filtrado que el supuesto modelo parece que se va a producir en otro planta del grupo, aunque esto no implica o impide que se haga en las dos.

A lo que voy es que en términos de gestión y compromiso no parece muy coherente demandar y exigir esfuerzos a la parte contratada y luego que la parte contratante no termine de cumplir y rematar su parte. Porque esto redunda en una pérdida de confianza o por lo menos de respeto a lo que se diga de cara a futuros nuevos acuerdos. Mala jugada a la hora de iniciar futuras partidas o negociaciones.

Como mero espectador me llama la atención el uso de los medios que las empresas realizan, sirviendo las noticias antes que a los afectados y decretando silencio, sin comentarios o desviando el foco de la atención con una nueva comunicación corporativa de otra índole, cuando se espera o demanda una respuesta a un tema pendiente. Es el viejo juego de la política pero llevado al mundo de los negocios. Nada nuevo bajo el Sol. Pero siempre pierde el mismo, el pueblo, el trabajador, en definitiva el más débil, el pobre.