Si estimados lectores (para los talibanes
y cipayos de la morfosintaxis y ortografía lectores es un plural genérico, y
por cierto y puesto a rizar el esperpento en materia de vocabulario algunos
compañeros de trabajo se sienten indiscriminados ante la ausencia de la
“masculinización” de palabras que aparentemente son femeninas como futbolista,
pianista, policía, jurista, etc.), lo reconozco públicamente y lo siento, pero
no ayudo.
Como tampoco ayudan algunos hombres que
tienden la colada y las vecinas del barrio les dicen a sus suegras que suerte
tienen sus hijas. Tampoco ayudan los muchos padres primerizos que cuando las
enfermeras, a las recién parturientas con los puntos de la episiotomía
calientes, les piden que pasen para aprender a manejar, limpiar y curar el
ombligo al neonato, se ofrecen ellos. A los bastantes hombres que hacen la
compra y en el supermercado al encontrarse con las madres de los compañeros del
colegio de sus hijos, algunas de generaciones más jóvenes y supuestamente más
concienciadas, les dicen que suerte tienen sus parejas que les ayudan en casa.
Todas estas anécdotas son verídicas y otras muchas más del mismo estilo con la
palabra ayuda.
También es divertido ver los cruces de
miradas, cuando en conversaciones entre amigos y/o conocidos alguno de los
hombres participantes de la conversación comenta: “mientras extremaba…” o “tengo
una pila de ropa para planchar” o “mañana
toca hacer los baños…” o frases por el estilo. Ellas atraviesan a sus
parejas diciendo en silencio “A ver si
espabilas y aprendes que no se te van a caer los anillos”, las más
atrevidas incluso lo verbalizan y las menos dicen: “¡Anda, mira qué majo!”. Y entre los hombres algunos intercambian
miradas elocuentes que expresan: “Vaya
cateto”, “¡Que primo!”, “¡Sera calzonazos!” o incluso bromean
diciendo: “¡Qué no cunda el ejemplo!”,
“mejor no salpiques”, etc. Otros muestran su sorpresa, tanto hombres como
mujeres y dicen: “Ah, ¿pero tú sabes
planchar?” o “Vaya, te animas con la
limpieza.” O el peor “pues no te pega,
no me lo imaginaba de ti”.
Y es que la palabra ayuda en muchas de
estas situaciones está muy mal empleada, tanto por parte de las mujeres como
por parte de los hombres. Que, ante esas expresiones, no debiéramos
retroalimentar al contestar: “Es lo que
hay”, “Es lo que toca”.
La reacción que debiéramos tener los
hombres es: “Lo siento, pero yo no ayudo”,
y explicar la diferencia entre los términos ayuda y corresponsabilidad. Porque
algunos, muchos cada vez más, no ayudamos a nuestras esposas, cónyuges o
compañeras, porque ellas no precisan ni necesitan nuestra ayuda, sino un
compañero, aunque a veces tampoco seamos perfectos. No ayudamos a limpiar, ni a
cocinar, ni a fregar porque vivimos en la misma casa, también comemos, usamos
los platos, la ropa, …
La progenie o prole son cosa de dos,
hasta que ha llegado la tecnología con inseminación in vitro, donaciones de semen y óvulos, etc., y la han hecho
orgiásticamente virtual y fría. Lo siento por el eslogan de “Nosotras parimos, nosotras decidimos”.
Es cierto la primera parte, pero la segunda es un error de calado, e incluso me
atrevo a afirmar que desgraciadamente promueve y fomenta el machismo retrogrado
que tanto quiere combatir.
Los hijos también son nuestros, puede
que en algún caso no, pero allá cada cual como entiende y vive la confianza
conyugal. Y también somos responsables de ellos, mejor dicho, corresponsables,
para atenderlos, llevarlos al médico, a las actividades escolares y
extraescolares, a los cumpleaños y fiestas de sus amigos, etc.…
Tampoco por ello tenemos que esperar o
pedir reconocimientos que, tampoco por otro lado solemos dar, mea culpa, y que
bastantes hombres desean, quizá por un problema cultural y de educación.
El verdadero cambio empieza en casa con
el ejemplo diario. Enseñando a nuestros hijos e hijas (aquí sí, para remarcar
que no debe haber diferencias entre ambos), por igual y exigiéndoles lo mismo
en función de sus capacidades y habilidades, según sus edades. Ellos si que son
los verdaderos protagonistas de la ayuda doméstica, o debieran serlo. Hay que
educarles en el significado y sentido de la palabra compañerismo y
corresponsabilidad. O por lo menos intentarlo, si de verdad queremos alcanzar
los objetivos de igualdad de oportunidades, derechos y deberes.
E insisto, como Matías Prats en su
anuncio, lo siento yo no ayudo, ejerzo mi imperfecta corresponsabilidad, como
muchos otros hombres silenciosos.
Nota: Publicado el 07-03-2018 en El Blog de El Español, el 08-03-2018 en Navarra Información y en Diario de Navarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario