En
estos momentos próximos a subir el último peldaño de la escalera más famosa de
Pamplona y cuando la ciudad se prepara y engalana para ser el escaparate del
mundo me ha venido a la memoria la frase hecha “morir de éxito” que expresa que
un producto, empresa, persona debido al éxito alcanzado de una manera explosiva
y por no saber manejarlo adecuadamente acaba languideciendo y/o desapareciendo.
Muchos recordamos el caso de un conocido refresco que surgió a mitades de los
noventa, que tras saturar la capacidad productiva a tres turnos siete días a la
semana, tuvieron que dejar de anunciarlo e incluso subir el precio para poder
adecuar la oferta a la demanda; y hoy en día apenas se ve en las estanterías de
las tiendas, supermercados y en los bares. Algo así le puede estar pasando a
nuestra fiesta, los Sanfermines.
Las
fiestas de los pueblos y ciudades de La Rioja, Navarra y Aragón son muy
similares pero los Sanfermines, utilizando un símil futbolístico, vienen a ser
la liga de campeones o los mundiales. Por ello todo el que se precia quiere
estar y participar en ellos. Como pasa con los Carnavales de Río o lo que les
ocurre a los maestros taurinos que pelean por ser los números uno en el
escalafón y no pueden faltar a los carteles de los San Isidro y de la Feria de
Sevilla.
Son
muchos y variados los motivos que han hecho que los Sanfermines alcancen tal
privilegio y trascendencia. Pero especialmente y sobre todo es esa ansia vital
de las personas de romper con la monotonía anodina de la rutina del día a día y
de celebrar la vida aunque sea jugándosela citando a la muerte y burlándola
ante las astas del toro. Es la mezcla que se enraíza en el mito, la leyenda, la
tradición, y que incluso se empapa del más allá referido a sentimiento de
creencia religiosa, aunque hoy en día esta última idea algunos la quieran
obviar o relegar, pero que no se puede borrar de su nombre, ni tampoco de la
acción de gracias por estar y seguir vivos. Es la expresión primaria, libre, de
la alegría mezclada con la espontaneidad y naturalidad de cada persona que se
suman y multiplican en una danza ancestral a modo de “jam session” donde prima la improvisación y sobran los programas y corsés.
Es la expresión y representación viva del trisquel de nuestros antepasados que
gira sin cesar y se renueva en cada vuelta.
Precisamente
la mayoría de actos del programa de fiestas son fiel reflejo de esto. Hechos
espontáneos que se han convertido en tradición como el chupinazo, el riau-riau,
el encierro o el pobre de mí; y de otros que pugnan por llegar a serlo como el
estruendo y los coros semi-improvisados de la plaza del Concejo al acabar las
fiestas o el encierro de la villavesa o bicicleta o furgoneta vieja, según se
tenga a mano, en el amanecer del día después. En un baldío intento de
resistencia a volver a la rutina y alargar la fiesta. Casi todos ellos
realizados de forma anónima por personas que luego han sido reconocidas de
alguna manera en la búsqueda de los orígenes de los mismos. Y en donde personas
de todas las edades y condición son y pueden ser partícipes de dichos actos,
universalizando la fiesta.
Para
nuestra desgracia algunos de estos actos han muerto de éxito, o están a punto
de ello. Bien por exceso de público y/o participación. Bien por ser objeto de
instrumentalización de patas o por gente que no sabe comportarse y respetar la
voluntad de fiesta de la mayoría, por un exceso de politizar o manipular actos
que no son o debieran ser susceptibles de ello. Reventándolos o sacrificándolos
por una causa que pierde así su razón si es que alguna vez la tuvo.
También
porque la fiesta se ha mercantilizado y el becerro de oro aflora en tentación
de hacer el agosto en julio y poder así sanear y lustrar las cuentas de
negocios algunos de lo más variopinto que alcanzan hasta la reciente moda del
“coaching” y las nuevas tecnologías, inaugurando la era Sanfermines 2.0 ó
incluso 3.0.
Además
los habitantes de la ciudad no estamos sabiendo transmitir ese sentimiento, del
que he hablado antes, a nuestros visitantes. Aunque, por otro lado, también es
cierto que hay honrosas excepciones de algunos foráneos que lo han captado
mejor y hacen más que nosotros y algunos de nuestros convecinos por respetarlos
y preservarlos. ¡Viva por ellos!.
Las
fiestas duran poco más de una semana y tenemos todo el resto del año para
repensarlas. Hagamos ese ejercicio prioritario para no lamentar el deceso de
las mismas por su fulgurante éxito. Eduquemos y trasmitamos su esencia a
nuestros hijos, amigos y forasteros que nos visitan. Y por favor no echemos
balones fuera y las culpas al fallecido Hemingway, a las televisiones, a los
políticos, a los divinos, a los corredores de fuera, a los borrokas, a los pies
negros, a los chinos, a los australianos, a las agencias de viaje,….
Ya
falta menos!!! Fiesta Sí! Política NO!. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín! Felices fiestas a todos!!!
Nota: Publicado el 06-07-2014.
Recibido. Gracias y un saludo.
LC
Ver DN publican un artículo sobre San Fermín de un tal Bodegas.
Whatsapp grupo Biorafting
No sabíamos de tu nueva faceta de escritor. ¿Cómo fue eso?
MN y LM
No conocía esa faceta tuya escritora, que por cierto lo haces muy bien.
Enhorabuena!!!!!
AC
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