Pasado el “atracón navideño” volvemos a la rutina
cotidiana o a la cotidianidad rutinaria. Nos encontramos en la vorágine de las
rebajas, la vuelta al futbol todos los días de la semana, la cuesta de enero y
así como en otoño nos alarmamos con el ébola a las puertas ahora en invierno
nos sobrecogemos al escuchar a la niña de Poltergeist decir: “Ya
están aquiiií“, y no por los efectos paranormales sino por los “yihadistas”
en su versión retornados, lobos solitarios y células pseudo-organizadas. Son interesantes
las conclusiones de “Les croisades vues par les Arabes”, 1983 de Amin Maalouf (Príncipe de Asturias de las Letras en 2010) que explican
porque el mundo musulmán pese haber ganado las Cruzadas perdió la dinámica
histórica “El pueblo del Profeta,
desde el siglo IX ha perdido el control de su destino: la mayor parte de los
gobernantes no son árabes. Hay una incapacidad de crear instituciones estables:
toda monarquía estaba amenazada con la muerte del monarca, y la transmisión de
poder provocaba la guerra civil. Además, no existía límite alguno para el poder
arbitrario. Desde las Cruzadas, los árabes se han negado a abrirse a las ideas
de los occidentales, mientras que los occidentales siempre se han beneficiado
de los adelantos de la civilización musulmana: transmisión de la herencia griega,
conocimientos científicos, industria, agricultura.” Por último “el mundo musulmán se encerró en sí mismo. Se volvió friolero,
defensivo, intolerante y estéril. A partir de entonces el progreso, el
modernismo, es algo ajeno, y en los estados musulmanes se han dado fases de
occidentalización forzada y fases de integrismo a ultranza fuertemente xenófobo.”
Es
una pena que la Historia Universal con sus causas y consecuencias este
postergada en los planes de estudio y nos centremos en hechos puntuales y
locales para manipularlos en función de nuestras ideologías.
De todas maneras en Occidente debemos alcanzar de una vez
el difícil equilibrio entre Libertad y Seguridad y también aprender a delimitar
la delgada línea roja, como señaló el otro día el Papa, entre libertad de
opinión/expresión y respeto al prójimo.
Pero les quería hablar de una palabra. ¡Tranquilos! Que
no es ese anglicismo narcisista que se ha puesto de moda y que ya tenía su
versión en nuestro vocabulario (auto-fotografía) y que es tan viejo como la
aparición de la cámara y va camino de entrar en las 40 principales causas de
muerte de nuestra especie, esa que se autodenomina “mono inteligente”. La
palabra en cuestión es desafección (falta de afecto, enemistad o aversión
hacia alguien o algo,
especialmente un régimen político). Es bastante claro el origen y causas de la misma. De
un lado nuestra historia, de otro un cumulo y acumulo de hechos que la provocan
y alimentan. De entrada la corrupción, que es importante pero que parece cuan
vaso de leche derramada o pequeña herida sangrante siempre más de lo que en
realidad es. Pero que afecta a todos los niveles, empezando por nosotros mismos
cuando caemos en la tentación del sin IVA o del fuera de nómina y que como
vemos en cuanto el dinero es de todos la tentación aumenta como en el caso de
la federación de peñas de Osasuna. Luego la politización de la Justicia, los
ciudadanos normales nos perdemos en los vericuetos legales y no comprendemos el
porqué la ley se interpreta en vez de aplicarla, porqué algunos jueces dictan
sentencias tan dispares ante delitos similares, porqué tratan diferente a unos
y a otros, y vierten opiniones y no hechos en los sumarios, y el secreto de
estos es un secreto a voces.
Además nuestros políticos, los que sustentan el poder
parecen estar más preocupados en las encuestas que en gobernar y los que están
en la oposición están más preocupados en poner palos en la rueda (cuanto peor
mejor) que en hacer crítica constructiva, con el único objetivo de alcanzar el
sillón, para ocuparse de las encuestas y no de los ciudadanos que les votan.
Algunos, la gran mayoría, ni saben cuáles son sus competencias al juzgar por
las propuestas de ley o declaraciones que lanzan o piden en los foros
-parlamentos autonómicos y ayuntamientos principalmente- y que no tienen nada
que ver con sus funciones y sí con brindis al sol ante la galería. ¡Patéticos!.
Y a lo hora de hacer su trabajo, legislar, les falta un poco de sentido común
como en el caso de poder tener relaciones sexuales a los 14 pero la edad de
poder casarse a los 16 o la otra de necesidad del permiso paterno para sacarse
una muela, pero en caso de aborto los progenitores ni siquiera son informados.
Los mecanismo de control institucional y financiero, de
los cuales tanto presumíamos en el exterior han demostrado no ser tan buenos o
quien los tenía que emplear ha manifestado su ineptitud para el cargo o su
afecto por lo ajeno.
La desafección afecta también a la dimensión espiritual
de la persona. Una veces por ignorancia, otras por falta de cultivo y otras
fomentada por desafortunadas actuaciones de las jerarquías eclesiales.
Pero me llama la atención que cuando más demandamos
participar me encuentro con noticias como estas sólo un 16% de asistencia en la
asamblea de uno de los sindicatos más importantes en una de las empresas más
potentes de nuestra comunidad y un 28% de participación en el partido de nueva
creación y que dicen las encuestas que va a barrer en este año electoral. Por
desgracia estos % son similares a la hora de participar en asociaciones
profesionales, deportivas, recreativas, culturales, ONG´s y de padres de
alumnos.
Esto refleja cierto “aburguesamiento”, desgana, pereza y
desidia a la hora de participar, dejando hacer a otros y luego quejarnos. Y es
un síntoma de inmadurez y carencia de cultura cívica de nuestra sociedad, y no
sólo desafección, que debemos corregir; pues participar no es sólo manifestarse
o asistir, es opinar, criticar, debatir. Les propongo que a lo largo de este
año participen activamente en alguna de esas asociaciones de las que pagan sus
cuotas y que aprendamos a realizar crítica constructiva para así generar
cultura participativa, que buena falta nos va a hacer en este año electoralísimo.
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