Desde
hace unos años son muchas las voces que vienen hablando de regeneración de
nuestras instituciones, independencia real y total de los poderes ejecutivo,
judicial y legislativo, revisión y mejora de la constitución, leyes de
transparencia, anticorrupción, financiación de partidos, mecenazgo, limitación
de mandatos a dos legislaturas, etcétera, pero muy poco casi nada se ha oído
sobre los sindicatos.
Por
eso en el día del 1 de mayo, día internacional de los trabajadores, festivo
mundial, y jornada empleada por los sindicatos para reivindicaciones sociales y
laborales no estaría de más hablar sobre la necesidad, también, de la
regeneración de los mismos.
Es
una obviedad que los sindicatos son necesarios, sin ellos no se habría
conseguido la jornada de ocho horas y posteriormente otras muchas y necesarias demandas
en cuanto a las condiciones laborales que hoy en día disfrutamos y que son
dignas de seguir mejorando. Sin embargo los sindicatos, como organización,
también precisan de una reflexión para su regeneración, pues adolecen de muchos
de los defectos que afectan y que ellos suelen criticar tanto a los partidos
políticos como a otras instituciones de nuestra sociedad democrática:
transparencia, financiación, limitación de mandatos, ...y sobre todo innovación
de ideas y discurso.
Hay
sindicatos especializados (sindicatos de profesiones sanitarias, policía,
bomberos, controladores aéreos, estibadores,...), la especialización no es mala
siempre y cuando la especificidad no olvide el cuadro general del entorno
laboral, que suele ser lo habitual; entonces se convierten en organizaciones
pseudomafiosas que a los cinéfilos nos recuerdan la oscarizada película de Elia
Kazan La ley del Silencio-1954.
Entre
los generalistas los hay que siguen anclados en la idea decimonónica de que los
empresarios son clones de los personajes descritos en las novelas de Charles
Dickens, y puede que alguno, los menos, lo sea, pero se olvidan que ha llovido
mucho desde entonces. Su análisis, aunque bueno en el fondo, suele pecar en las
formas y muy especialmente en la falta de aportación de soluciones y en la
búsqueda de puntos de encuentro para construir, en vez de confrontar.
Hay
otros que por su historia y por la doble militancia sindical y política de sus
cuadros dirigentes se comportan demasiadas veces como franquicias de dichos
partidos y olvidan que una cosa es el ámbito laboral y otro el sociopolítico.
Por
último tenemos los que circunscriben lo laboral a un territorio concreto y
determinado, coincidente con reivindicaciones nacionalistas, opuestamente alejadas
de la idea original de la clase trabajadora y, excesivamente próximas a las
oligarquías burguesas de provincias con las cuales hacen también política.
Todos
ellos tienen un problema de baja afiliación y de apatía y falta de
participación de esas minorías con carnet. La afiliación no se suele realizar
tras un análisis razonado y en conciencia, sino que suele ser por una continuidad
familiar, por una afinidad política o buscando un interés personal (un puesto
mejor) o como mero “impuesto revolucionario” por o para lograr un puesto
estable.
En
general los asalariados tenemos un déficit de formación de conciencia
laboral-sindical y un interés excesivamente sesgado a lo que nos afecta
individualmente unido a una carencia de visión global. Esta situación es
provocada por las actuaciones de las organizaciones sindicales. En muchas
pequeñas y medianas empresas, los “liberados secto-provinciales” sólo aparecen
para conformar las listas para las elecciones pues nadie quiere comerse el
marrón de ser el representante de los trabajadores y ser mal visto por la
empresa o por los cuadros directivos por ser el pepito grillo y de otra por sus
compañeros porque “no trabaja”. Desgraciadamente hay de todo y algunos abusan de
sus “horas sindicales” para beneficio particular. Se dan casos de quienes sólo
las piden los lunes, los viernes o cuando están de noches.
Mientras
en las empresas grandes y la administración el tema es muy distinto aquí priman
los llamados aparatos o ejecutivas, la democracia asamblearia suele estar muy bien
controlada y en algún caso ante el intento de cambio, a los promotores no se
les da acceso al listado de afiliados, por aquello de la protección de datos,
pero los candidatos oficiales han tenido acceso al mismo. Igualito que en los
partidos.
Un
escalón más arriba es curioso que en 40 años de democracia hayamos cambiado más
de jefes de gobierno que de líderes en las distintas centrales sindicales.
Por
último prima más el mal llamado macrosindicalismo, es decir la “política
sindical” conseguir más delegados en las siguientes elecciones, que la defensa
de los derechos de la población activa (trabajadores y parados – se nos olvida
que estos son también parte y no una especie de apestados). Dándose la
circunstancia que empresas que están en el mismo polígono y sector, lo que una
central sindical defiende en una, en la otra lo critica dependiendo si tiene la
mayoría o está en la “oposición” del comité. Tengo un conocido que a las “hojas
informativas” de los distintos sindicatos de su empresa las llama “pornografía
sindical”.
Estas
maneras de actuar son el mal a la afiliación y a la participación interna y a
la larga provocarán la desaparición de los sindicatos lentamente. Lo esencial
es la defensa del puesto de trabajo y de la mejora en las condiciones del
mismo. Quien cuide esto ganará afiliación y podrá fomentar la participación sin
miedos, quien haga política y/o comercialicé con los puestos de trabajo tendera
a la desaparición lentamente. De ahí la urgencia de una reflexión para una
regeneración también sindical. Renovarse o morir.
Nota: Publicado en Navarra información el 01-05-2017.
Y también en Diario de Navarra el 01-05-2017 con el título de A la espera de la regeneración sindical.
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