A pesar de que muchos periodistas y analistas
han valorado las primarias del PP como algo histórico, e incluso algunos de sus
prebostes han presumido de ello. En España los procesos de primarias están
todavía en pañales de ser algo normalizado y habitual en todas las siglas. Sin
ir más lejos en Bildu la candidata a las próximas elecciones forales ha sido
designada “dedocraticamente” por la “Mesa Política” y avalada por destacados
dirigentes de la coalición nacionalista. Y en las que fardan de transparencia se
dan casos de dimes y diretes como el reciente caso de Errejón a la Comunidad de
Madrid o espectáculos de lucha cainita como en el grupo parlamentario foral de
podemos, podíamos, pudieron o podrían.
Desgraciadamente los procesos internos están excesivamente
personalizados, enfocados más a las personas que a las ideas que estas
defienden o representan. Y nos perdemos los sutiles matices de las mismas y
sobre todo su paso de la retórica teoría a la pragmática praxis, que es donde
está la clave.
En las formaciones políticas, y lo hemos visto en los dos
últimos casos (PSOE y PP), los afiliados han pensado más en clave interna que
externa. Y es que lo que guste a un afiliado no tiene que ser lo que atraiga al
simpatizante o al votante indefinido que a la postrera hora de la verdad es el
que decide quien gana o pierde las elecciones.
En general el refrán dime de qué presumes y te diré de lo que
careces suele ser cierto. Empezando por el número de afiliados. Da igual
partido político, central sindical, colegio profesional o asociación civil o
religiosa, a los españolitos nos gusta decir que pertenecemos de boquilla pero
luego el pagar la cuota es harina de otro costal y sólo los encargados de la
economía de las mismas saben lo difícil que es hacer un presupuesto real y
ajustado. De ahí los problemas que en casi todas las organizaciones hay de
financiación. Y en el PP decían que eran 800.000 pero casi la realidad es que
no llegan a 60.000.
Otro tema es de los avales y lealtades, ya el Conde de Romanones
acuñó la frase de ¡Joder, que tropa!, que en este fin de semana tan cierta se
ha revelado. Ambos candidatos presumían de tener un 65% de apoyo uno y la otra
un 60 %, lo cierto es que el ganador no llegaba al 57%. Quien ha participado en
algún proceso de este tipo sabe que hay muchas puñaladas traperas y demasiadas
lealtades “compradas” o mejor dicho hipotecadas a futuras sillas.
Es apasionante ver como se venden ciertos productos electorales.
De entrada, el Sr. Casado se presenta como la regeneración del partido, el nuevo
PP. Resulta que su experiencia laboral se circunscribe única y exclusivamente
en el partido y en la política, sin contacto con la economía real de los
ciudadanos y votantes, mal comienzo para alguien que quiere regenerar la imagen
del partido y dignificar la profesión política. La incongruencia es otro de los
temas que me fascinan, el PP viene defendiendo que la lista más votada es lo
que debe intentar gobernar, sin embargo, en clave interna vale que varias
candidaturas se alíen para desbancar y vencer a la mayoritaria. Otro dato, nos
presentaban a Soraya como la continuidad, pero las fotografías de Casado, en un
restaurante de los que les gustaba refugiarse a Mariano, con el “aparato” del
partido, lo que los entendidos llaman “stablisment”, no dejan la menor duda,
Cospedal secretaria de organización, Margallo que hizo bueno a desatinos,
perdón a Moratinos en el ministerio de Exteriores y que representa a lo más
rancio del partido, Soria ministro que tuvo que dimitir por asuntos fiscales, y
mejor no sigo hablando del resto. Todo muy lejos del estilo Obama pizzero de la
pequeña expresidenta con sus colaboradores, algunos desconocidos para el
público.
La carrera a la Moncloa se ha iniciado. Casado tiene que
demostrar que la integración, no es un retiro honorable para Soraya y
colaboradores, como pasa en PSOE y Podemos, y que la renovación no es un
espejismo de empoderamiento nostálgico y naftalínico de los tiempos pasados.
Parece que su idea de estado es clara, pero debe explicar cómo se mantiene el
malogrado y mal llamado estado del bienestar, bajando los impuestos. Justo lo
contrario que Sánchez, que debe despejar las sempiternas dudas de su modelo
“afederal” y porqué la única actuación económica es la de subir impuestos y
meter mano en los fondos de pensiones, lo cual criticaba a su antecesor, y no
aumentar la efectividad de la administración y reducir ineficiencias
estructurales de la misma. Rivera debe quitarse la vitola de eterno opositor y
explicar cómo su modelo jacobino encaja con la realidad autonómica. E Iglesias
y asociados tienen la ardua tarea de convencernos de que no son un cocktel
progre de la versión europea del nicaragüense Ortega y familia y la China
post-Mao y libro Rojo. De los nazionalismos sin comentarios.
Nota: Publicado el 24-07-2018 en Navarra Información y el 25-07-2018 en Diario de Navarra.
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