En
nuestro sistema laboral estamos acostumbrados a la renovación de
contratos temporales y a la actualización de los convenios entre los
trabajadores y la empresa. Sin embargo parece no tenemos ningún
interés o hemos perdido el mismo por el llamado contrato social.
Fue
Jean-Jacques Rousseau quien publico en 1762 El
contrato social: o los principios del derecho político,
más conocido como El
contrato social.
Es una obra, proyecto inacabado, sobre filosofía política, cuya
principal tesis es que
todos los hombres nacen libres e iguales y que deciden vivir bajo
un Estado instituido por medio de un Contrato Social.
Está
claro que desde el siglo XVIII ha llovido bastante y que ese Contrato
Social ha ido modificándose y adecuándose en el tiempo y el
espacio. Así llegamos al final de la segunda guerra mundial en donde
hay un consenso entre el capital y las personas para establecer el
mal llamado Estado de Bienestar. Esta claro que ese acuerdo nunca
llego a establecerse a nivel mundial. Sin embargo en el llamado mundo
occidental, en donde ese compromiso estaba enraizado, a partir de los
años 70 y con la aparición de las grandes crisis mundiales, surge
el
rechazo al mismo en distintos grados y en diferentes frentes: desde
las reglas del aumento salarial, hasta el alcance y profundidad de la
cobertura social; desde la liberalización de los procedimientos de
despido, hasta la proliferación de los empleos precarios. Acompañado
del endeudamiento y del florecimiento de los paraísos fiscales. Así
hoy nos encontramos con que el peso de los salarios en el PIB está
en su nivel más bajo en los últimos 30 años (DN 26/08/2018). Dando
paso y peso a una economía especulativa que desea demoler ese
contrato social. Es comprensible que la avaricia que afecta al
llamado Capital, a nivel internacional, quiera toda la tarta,
llegando a no dejar ni las migajas. Eso ha sido históricamente así,
el que ostenta el poder no quiere compartirlo, ni repartirlo y anhela
más.
Lo
preocupante es que a niveles nacional, autonómico y local desde las
instituciones y los poderes ejecutivos que las dirigen,
independientemente del signo político, se realicen actuaciones en el
sentido de minar y corromper el Contrato Social.
Uno
empieza a estar cansado de ver como todos buscan subterfugios
legalistas para incumplir o peor, pervertir el orden legal
establecido y acordado por todos. Abuso de Reales Decretos,
triquiñuelas para cambiar Leyes Generales, o como saltarse los
mecanismos de aprobación de presupuestos o de control de déficit y
gastos; con la consecuencia última de endeudar no a nuestros hijos
sino a nuestros nietos, también.
Por
no hablar de que la igualdad de oportunidades y de trato ha quedado
pateada y a la altura del barro con los escándalos de la “formación
académica” de nuestros políticos cualquiera sea el color del
arcoiris político.
El
empecinamiento de separatistas y secesionistas esta llevando a la
ruptura social y familiar, y desbrozando la senda de la ruina
económica y el aislamiento territorial en un mundo cada vez más
interconectado y global, pero todo sea por la causa: el
“autogobierno” de la masia, caserio, cortijo, pazo, barraca,
corrala,…
Otro
punto de ruptura del contrato es el de las libertades y la seguridad.
El aceptar vivir en una sociedad moderna y democrática, supone
llegar a un equilibrio entre libertad y seguridad. El ente
administración (estatal, autonómica, municipal) por un lado se
compromete a respetar nuestra libertad y a darnos protección. Pero
hay recientes y continuados intentos de coartar la libertad deprensa, abogando por intervenir los medios, especialmente cuando ésta
desvela los trapos sucios de los “gestores”, y de subvencionar yfacilitar canales a los medios afines que actúan como turiferarios y
palmeros.
En
cuanto al tema de la protección las polémicas de las últimas
actuaciones policiales (casos Cáseda y San Jorge) unido al
desmantelamiento de la Agencia Navarra de Emergencias hacen dudar a
los ciudadanos de nuestra seguridad. Las recientes sentencias
judiciales en casos de violencia tampoco ayudan mucho. Por no hablar
de como el ayuntamiento de Pamplona y el ejecutivo foral miran para
otro lado cuando se producen asaltos a la propriedad privada (casos
Compañía 3 y Palacio de Rozalejo). Ante el “teatro” de desalojo
de la última “okupación” uno se pregunta a quién deberá
acudir para defender su casa.
Estos
incumplimientos continuos nos sugieren que el Contrato Social es
papel mojado cuan tratado de paz entre los yanquis y las naciones
indias. El retorno a una situación pre-Ilustración siglo XXI en
donde la nueva aristocracia financiera campea a sus anchas con la
aquiescencia del estamento político, independientemente de su signo,
y que empuja al resto de los mortales a elegir entre volver a una
postmoderna Convención (1792-95) o abrazar la ley del Oeste, no
parece una opción ni razonable ni recomendable cuando se puede
acordar y consensuar una actualización del Contrato Social versión
4.0.
Nota: Publicado el 16-10-2018 en El Blog del Suscriptor de El Español.
Nota: Publicado el 16-10-2018 en El Blog del Suscriptor de El Español.
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