En la escuela antes, ahora con las nuevas innovaciones lúdicas más
preocupadas en la forma que en el contenido no sé si será así, nos enseñaban
que para resolver un problema lo primordial era definirlo bien.
La guerra por el relato, hoy en día, nos inunda en todas las facetas y el
46º vicepresidente de EEUU, citado como el más poderoso de la historia, Dick
Cheney nos metió el primer gol con la mano al sugerir al Presidente Bush hijo,
que en lugar de hablar de calentamiento global usará el termino cambio
climático.
Y así empezó la discusión de si galgos o podencos. De manera que si pones
en entredicho el cambio climático eres un negacionista. Nos olvidamos que
nuestro planeta es un “sistema vivo” que evoluciona y se adapta con lo que el
clima a lo largo de las eras ha cambiado constantemente, de cálido y húmedo de
la era secundaria, al gélido y seco de las glaciaciones o a la diversidad
climática que tenemos en la actualidad y que produce numerosos y diversos
biotopos.
Tenemos que recordar que “la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre
pertenece a la tierra”. (Carta del jefe indio Seattle al presidente Franklin
Pierce de los EEUU en 1854).
El problema de la actividad humana sobre el planeta no es nuevo, ya el
padre putativo de unas cuantas generaciones de biólogos, Félix Rodríguez de la
Fuente, en 1972, denunciaba que éramos la civilización de la basura (https://www.youtube.com/watch?v=dIYvEr_g5Iw).
Sin embargo, aquí estamos inaugurando el gran circo mundial de la cumbre
del clima (COP25), 196 países, 25.000 personas, con un coste de 50
millones de euros y la generación de 65.000 toneladas de CO2.para concluir,
presumo, aunque me gustaría equivocarme, en unos acuerdos que serán papel
mojado como los de Río, Kioto o Paris. Ya hemos subido un grado, del 1,5 que se
había propuesto en Paris para este siglo y Trump recientemente notificaba su
retirada de dicho acuerdo.
Los focos de la pista central iluminarán a la adolescente joven Greta
Thunberg, pocos recuerdan a Severn Cullis-Suzuki que con 12. años hablo en la
cumbre de Río en 1992. Necesitamos a Paco Lobatón o la Wikipedia para averiguar su paradero. Su discurso fue bastante mejor que
los enfadados y despechados de la nórdica. Que algunos ya la equiparan a la
Juana de Arco del siglo XXI, sólo nos falta saber quien tomará el papel de
Carlos VII, las apuestas apuntan a sus progenitores que ahora pretenden lanzar
a su hermana para la causa feminista.
Y esos focos nos desviarán otra vez del problema, el del calentamiento
provocado por la actividad humana. Lo que algunos empiezan a llamar el
Antropoceno. Y también nos ocultan la labor de la bióloga Rachel Carson con su
libro “Primavera Silenciosa”, que falleció de cáncer de mamá y que tuvo un
reconocimiento póstumo.
Las consecuencias del calentamiento global son el origen de la sexta
extinción, y que va unido al fenómeno que los botánicos han bautizado como
“ceguera verde”. En la naturaleza somos capaces de ver a los animales, pero
ignoramos la vegetación circundante. Numerosas especias vegetales que nuestros
ancestros valoraban están desapareciendo sin darnos cuenta. Se estima que en
España peligran 4 de cada 10 especies de plantas.
Lamentablemente lo “verde” vende; y las empresas, grandes y pequeñas, lo
utilizan como gancho para conseguir más clientes y/o fidelizarlos y seguir con
la rueda del consumismo.
Como vemos el problema es complejo y
corremos el peligro de caer por un lado en el activismo político y de otro en
el postureo ambiental, como nuestro presidente Sánchez que no le importo coger
un avión para ir a un concierto y como muchos jóvenes que siguen a Greta pero
el fin de semana cogen un vuelo barato para pasarlo en alguna ciudad europea.
David Wallace-Wells,
autor de 'El planeta inhóspito', señala que lo peor es la indiferencia. Es importante entender que el aumento de la
temperatura depende de nosotros. No es un proceso que ocurra fuera de nuestro
control, sino a causa de lo que hacemos. Las emisiones de carbono provocadas
por la humanidad siguen siendo el factor principal del calentamiento del
planeta.
Vamos camino de ser la primera especie que
desaparece por suicidio colectivo, todavía estamos a tiempo, aunque como podemos ver en el excelente video “La naturaleza nos habla”(https://www.youtube.com/watch?v=n3HKJ1yOWzQ), nosotros no disponemos de
mucho.
Me remito a las
conclusiones del reciente encuentro de los grupos de Pax Romana “Cuidar la Casa
Común, por una ecología integral” https://www.navarrainformacion.es/wp-content/uploads/2019/11/Conclusiones-Javier-noviembre-2019-CAST-EUSK.pdf. Debemos apostar por
una ecología integral y necesitamos una conversión ecológica que nos exige una
transformación personal, un cambio de vida.
La ecología integral y
la espiritualidad ecológica no son monopolio de los cristianos, pueden ser
compartidos con cualquier persona que cultive una espiritualidad laica o que
profese otras religiones, aunque como cristianos nos interpela directamente en
nuestra fe. Para los cristianos, el cuidado de la Casa Común es un aspecto más
del Reino de Dios que no sólo esperamos, sino que estamos llamados a construir.
El reto ecológico nos exige una mayor responsabilidad personal y comunitaria,
que nos implica tanto individualmente como al conjunto de la Iglesia y la
sociedad. Nos hemos de replantear el fallo estructural en el que vivimos, y del
que formamos parte; y hemos de tomar conciencia de la transgresión ecológica.
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