Hay una serie de temas que son recurrentes en cada legislatura y muchas veces son usados como cortina de humo para ocultar o dejar de hablar de otros más importantes y urgentes, entre ellos está el aborto. Por desgracia nunca llegamos a un acuerdo consensuado.
En
primer lugar tenemos un problema con el léxico en ingles hay dos palabras diferentes
para definir el aborto miscarriege
cuando es natural y abort cuando es
inducido o provocado. En castellano hemos de acudir a un determinante para
especificar a cual nos referimos o bien usar la perífrasis que tanto gusta a
los meapilas que se la sujetan con papel de fumar como interrupción voluntaria
del embarazo.
Como
zoólogo, y ahora que está de moda citar estudios sobre animales para hablar de
la fidelidad de las parejas o del comportamiento sexual de los individuos. No
sé de ninguna especie que se auto-induzca o provoque un aborto/abort. La naturaleza se dice que es
sabia y no tira piedras contra su desarrollo y sostenibilidad. Y los genes son
egoístas, por ello hay casos de machos adultos que para sobrevivir y/o
perpetuar sus genes matan a las crías de otros. Los estudiosos de la vida en lo
que no nos ponemos de acuerdo es en los plazos, unos entendemos que la vida
comienza en el zigoto, y también que una persona nunca termina de conformarse
por mi longeva que esta llegue a ser. Legalmente hasta que no han pasado 24
horas no se puede inscribir en el registro civil al neonato.
En
este debate se pasa muy de puntillas por el aspecto psicológico. Aquellos que
hemos cosufrido (bien en propias carnes (nuestra pareja), bien en familiares o
amigos muy cercanos) un aborto natural es todo un trauma. No puedo pensar lo
que debe ser decidir que sea inducido.
Desde
el punto de visto de una espiritualidad humanística, está claro que no es muy
aceptable. A todos se nos encoje el corazón las noticias de un recién nacido
abandonado en la basura, cuando todavía no es persona. Y desde una
espiritualidad religiosa, independientemente de si se cree en Yahvé, Alá, Dios,
Manitú, Gaia,... la vida es un don recibido del ser supremo y que hay que
cuidar, respetar y conservar.
Como
persona habituada a trabajar con sistemas de calidad me preocupa el énfasis en
poner medios correctores (aborto y píldora del día después) siempre más
traumáticos y costosos; y no preventivos (educación, conocimiento y uso de
medios anticonceptivos –naturales y artificiales, según preferencias, etc).
Si
bien como ciudadano entiendo, pero no defiendo ni comparto, que pueda haber una
ley que legisle el aborto y que limite plazos y supuestos, aunque nunca haré
uso de ella. Pero independientemente de esto, preocupan dos puntos:
(1)
La
visceralidad al enfocar el tema de las ultrafeministas que esgrimen “nosotras parimos nosotras decidimos”
lema bastante machista pues para engendrar hacen falta dos (un óvulo y un
espermatozoide que por capricho de la naturaleza y supervivencia y mejora de la
especie provienen de dos personas de distinto sexo). Y me resulta tan machista
porque considera el hombre un objeto, macho semental, de abrir, agitar, usar y
tirar o devorar cuan hembras insecto del genero Mantis; y poco se diferencia, del “la mate porque era mía” de los maltratadores, en la cosificación
del otro a modo de floreros. Es cierto que la tecnología y la ciencia pueden
ayudarnos a engendrar unilateralmente sin intercambio de fluidos, de una manera
casi gélida en un tubo de ensayo en una fría sala de hospital. Válido para
aquellos que por desgracia y de forma natural o por decisión-opción personal no
pueden tener descendencia. Tampoco me olvido del fanatismo yihadista de los
defensores de la vida a ultranza, algunos de los cuales se manifiestan
desaforadamente por este hecho pero nunca se acuerdan de sus hermanos que pasan
hambre y necesidades.
(2)
Y sobre todo, y especialmente, el modelo de persona que
proponemos para nuestra sociedad. La calidez del encuentro psicoafectivosexual
nos hace transcender en y junto al otro, como iguales, y en el tiempo. Pero un
encuentro sexual que sólo nos lleva como único objetivo a procrear nos reduce,
degrada e involuciona en la escala evolutiva a meros animales, de los cuales
presumimos que somos distintos al menos por nuestra mente, y para muchos por
nuestra alma, también. Si el único objetivo del encuentro sexual es nuestra
satisfacción sensual, este no es más que simple y llanamente un mero ejercicio
de onanismo compartido, que a la larga nos convertirá en aquellos sujetos, que Aldous Huxley describía en “Un mundo feliz”, que vagaban cuan masa
informe clamando por su dosis de soma, anhelando la siguiente, e idiotizados al
servicio de la casta superior, la que domina y controla el mundo y no quiere
que pensemos y seamos verdaderamente libres.
Somos libres de decidir, pero esclavos de
asumir las consecuencias de esa decisión.
JLU
No hay comentarios:
Publicar un comentario