Los ciudadanos de a pie sabemos
que normalmente los congresos de los partidos suelen tener dos caras la
interna, entre bambalinas donde se corta el bacalao, y los militantes, bueno sus
representantes debaten y discuten ideas y líneas de trabajo futuro, etc., y la
pública, la del espectáculo, luces, flashes, fotografías, discursos para los
telediarios y entrevistas para la prensa.
Últimamente está segunda
parte primaba sobre la primera de manera que en algunos de estos congresos, se
daba la paradoja que era y es más el congreso del aparato del partido que el de
la militancia. De manera que las bambalinas se quedaban en quién y qué silla
iba a ocupar y prácticamente todo estaba ya atado y bien atado y el pescado
vendido en su totalidad, antes comenzar a entonar el “mis sardinitas que ricas
son de Santurce las traigo yo”.
Este año los cuatro
principales partidos nacionales tienen congreso, tres de ellos en febrero, pero
me surge la pregunta ¿Por qué lo llaman congreso cuando quieren decir
cuadillismo?
Como diría un economista, el
patio esta revuelto, la inflación de la personalidad se ha disparado en la
cuesta de enero, y los mercados han respondido a ella. La volatilidad del valor
se ha incrementado proporcionalmente frente a la incertidumbre en el sector
progresista mientras que en los conservadores y liberales las apuestas cierran
filas a caballo ganador. Las ideas, valor devaluado, esperan su momento a que
alguien las rescate. Prima el objetivo electoral, el resto se evaporan.
Tanto en el PP, como en C´s
estos congresos van a servir para alabar y lustrar al líder. La democracia
interna en el caso del PP, ha sido acallada, o mejor dicho mercadeada. En el de
C´s la falta de seguridad del voto telemático, así como la posible disponibilidad
de las listas de militantes por parte del candidato oficial o del aparato y
amparados en la confidencialidad para no dejárselas a los candidatos
alternativos. Este hecho es algo demasiado habitual en las organizaciones (partidos,
sindicatos, etc.) hace que la transparencia de los procesos y la igualdad de
oportunidad de los candidatos queden en tela de juicio.
En Podemos estamos
asistiendo al chantajismo enmascarado en si no me votáis a mí me voy o el más
sutil si no salen mis propuestas no tiene sentido que yo lidere el proyecto del
partido. El sempiterno conmigo o todos contra mí.
Y en el PSOE antes de iniciar
formalmente el proceso de primarias, estamos asistiendo a postulaciones
personales y pre o campañas en toda regla y mientras los barones echan balones
fuera apelando a las ideas, para no comprometerse antes de tiempo. La realidad
es otra bien distinta pues el debate es sobre personas.
En cualquiera de los casos el personalismo
que se instauró en nuestra democracia tras la transición ha llegado a cotas tan
altas que hemos sido incapaces de evitar caer en el caudillismo a pesar de
haber sufrido una larga “cuarentena” o quizás por eso mismo. O puede que sea un
lastre histórico que se inició con Viriato, continuó con El Cid, y renació con
Cortés y Pizarro. Y en Navarra su primer caso documentado es Iñigo Arista.
Recomiendo la lectura del artículo “Los desafíos democráticos de los partidos” de Beatriz Becerra, eurodiputada (http://www.elespanol.com/edicion/20170109/184601539_12.html). Muy acertado el punto de la virtud cívica.
Pero mientras no cambien las tornas, y los partidos viejos y nuevos, sean más de lo mismo y no tengan intención de cambiar, muchos súbditos de este sistema preferimos, por el momento, participar y aportar de otra manera a la sociedad. Aunque siempre nos quedará la propuesta de un amigo mío ¿y si formamos el nuestro? Y le respondo para picarle: ¿qué un partido o un congreso de aclamación? Y él me sigue el juego: Las campas de Urdiain, buen sitio son.
Nota: Publicado en Navarra información el 20-02-2017.
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