Todo
es ciencia es uno de los titulares que nos ha dejado la semana de la
ciencia, que se celebra en noviembre, y uno de lo motivos es porque
el 15 de noviembre es San Alberto Magno, patrón de las Ciencias
(Naturales, Químicas y Exactas).
Es
sorprendente, por no decir, desconcertante que la que fuera la
Cenicienta (hijastra) de las Ciencias o lo que las nuevas
generaciones llamarían el John Snow (bastardo) de las mismas, sea
gran protagonista de estas fechas. Me refiero, a la hasta no hace
mucho denostada y hasta vilipendiada, Divulgación Científica;
escrito con mayúsculas porque se lo merece y vilipendiada, porque
muchos de los que hoy en día participan y fomentan el impulso y la
difusión de la Ciencia, solían mirar por encima del hombro y, en
círculos reducidos, hasta trataban con cierto desdén, casi rayando
el desprecio a los pioneros que se dedicaban a esta rama del saber.
¿Qué
es lo que ha cambiado en tan breve espacio de tiempo para que algunos
prohombres y mujeres, que también las había, de la Ciencia hayan
cambiado su chip y sean protagonistas de las redes y los medios de
comunicación? Y más hondas cuestiones: ¿Por qué ahora está tan
en boga la Divulgación Científica? ¿Será sólo una moda pasajera?
Son
muchos los motivos, para empezar hoy en día vivimos en una sociedad
“tecnologizada” y la tecnología mama de la ciencia para su
desarrollo. También cada vez más nuestra moderna sociedad esta
ultra especializada y las personas por un lado adolecemos de lagunas
de conocimiento y por otro lado somos intrínsecamente, aunque parece
cada vez menos, curiosas y algunas les gusta saber y conocer como y
porqué funcionan las cosas. Esto hace que la demanda de entender los
avances científicos y tecnológicos se haya incrementado. Los
famosos programas de la 2, son una mera anécdota pues ya hay hasta
cadenas especializadas. Hoy no hay programa de televisión, radio o
prensa que no posea una sección dedicada al tema. Incluso en los
mismos horarios por aquello de la competencia por la audiencia.
Sin
embargo hay un motivo mayor y es el poderoso caballero, Don Dinero.
Las personas que se dedican a la investigación hoy en día, precisan
de fondos y su futuro laboral depende en gran medida de encontrar la
financiación para ello. Y aquí es donde entre la divulgación
científica,a priori hay que dar a conocer que se quiere investigar y
cuales son los objetivos de esa investigación y a posteriori hay que
publicitar los logros conseguidos para, así poder, seguir pidiendo
financiación para nuevos proyectos. Los científicos se han dado
cuenta que gracias a la divulgación pueden llegar a mas fuentes de
financiación. Y por ello muchos han tornado sus prejuicios, y
apuestan por ella.
Además
esto ha supuesto el descubrimiento de un nuevo nicho laboral y la
posibilidad de una carrera profesional para aquellos apasionados de
la ciencia y que entre sus habilidades se encuentran las
comunicativas. A este implosión de la inflación divulgativa a
ayudado Internet, con las redes sociales que ayudan a difundir las
ideas y proyectos, la facilidad de elaborar videos, sin necesidad de
la gran inversión que hasta no hace mucho hacia falta, y la
posibilidad de escribir blogs o crear webs con aplicaciones sencillas
de manejar y muchas a coste cero.
Pero
también ha surgido un lado oscuro y es que algunos estudios y
conclusiones se han sesgado y se “cocinan”, como las encuestas
electorales, para seguir en la ola. Bien sea para seguir consiguiendo
financiación, porque desgraciadamente la economía y la ciencia
están reñidas y los logros no aparecen a la primera, ni la segunda
y los inversores lo que buscan es una alta y rápida rentabilidad y,
por el contrario, la ciencia es una carrera de larga distancia, no de
maratón sino del estilo “ironman”, el científico además de ser
un experto en su campo, debe desarrollar sus dotes sociales para
atraer a los inversores, además de comunicativas para vender su
trabajo y logros, y encima ser una “hormiga” con el presupuesto
recibido. O bien para que su patrocinador recupere la inversión y/o
gane más dinero. Especialmente se están destapando casos en la
sanidad y las farmacéuticas y en el mundo de la nutrición y los
alimentos.
Por
ello ahora, en la publicación de los trabajos científicos se
empieza a pedir que se indique quien ha financiado la investigación
para así evitar fraudes o sospechas como las que, recientemente, han
puesto en el punto de mira a José Baselga, empañando su carrera
profesional.
Bienvenida
sea la divulgación científica aunque a muchos les cueste aceptarlo
como mal menor. Y desde luego que sea clara y transparente en su
financiación para que la sociedad no tenga que sospechar de los
hallazgos obtenidos.
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