Los
romanos decían si quieres paz prepárate para la guerra. Desde
entonces ha llovido mucho. Hoy en día Trump se queja de que sus
socios y aliados de la OTAN no colaboran lo suficiente para mantener
esa paz. Pero en las sociedades modernas, democráticas y
occidentales los féretros no suman, sino que restan votos.
La
venta de armas nos deja golpes del mismísimo Gila (las bombas que
vamos a vender a Arabia no son peligrosas, pues tienen mucha
puntería) sino
fuera porque el que hace el ridículo es el Ministro de Exteriores de
España, el Sr. Borrell, el que parecía poner la nota de seriedad en
el gobierno que la historia llamará el Gobierno del Mus, por los
continuos descartes de ministros.
Mientras
Podemos nos enseña su vena más marxista, de Groucho que no de Karl,
y ahora Arabia Saudí no es tan mala, lo importante son los puestos
de trabajo y los votos de los Astilleros de Cádiz. Ya vemos que
tienen un archivo lleno de principios para cada momento.
El
terror que tiene nuestra sociedad a la muerte, nos ha llevado a
reinventar una incruenta guerra moderna. En donde el campo de batalla
son los medios de comunicación y las redes sociales, las armas son
las medias verdades, los infundios, y las mal llamadas postverdades.
Así denominadas, suenan hasta bien, pero más allá de la veracidad,
crean una realidad que es mentira y engaña a la gente. El arsenal se
completa con la tergiversación de conceptos, el lenguaje
políticamente correcto, el empleo y hasta los intentos de imposición
legal del lenguaje mal llamado sexista. Hay que decir el presidente y
la presidenta, pero no la policía y el “policío”, la periodista
y el “periodisto”, etc, es sexista para según que palabras. Un
sin sentido. Claro que si no tragas eres acusado de machista,
falocrata y fascista; haciendo un uso tan poco riguroso de la palabra
que banaliza su concepto, como dice Nicolás Sartorius (activo
militante antifranquista, cofundador del sindicato de trabajadores
Comisiones Obreras y miembro del partido Comunista de España) en
su libro “La manipulación del lenguaje: breve diccionario de los
engaños” (Editorial Espasa).
El
minar la moral del enemigo con desinformación, es un hecho que se da
desde antiguo, los españoles nos hemos comido la leyenda negra, la
gripe española, y otras muchas falsas historias. Y es que el
objetivo es conquistar lo que se llama “el relato”.
Por
ello es importante para ETA y su entorno convencernos de que había
una guerra y que el Estado también era malo. Se olvidan de un
pequeño detalle, que hubo una amnistía en 1977 y que pudieron dejar
la llamada vía armada. Sin embargo en los años del plomo, donde más
victimas hubo, fueron contra un Estado legítimamente democrático.
La
misma obsesión por el relato es la de los independentistas y
sediciosos catalanes, que no les importa reescribir la historia para
conseguir su objetivo- El colmo, llega hasta pretender que se cambie
la fiesta nacional del estado del cual abjuran. Vaya cacao que
llevan, propio de una escena de los Monty Phyton.
Otro
relato es la imposición del termino régimen del 78 o régimen de la
Transición, con la intención de llegar a la III República.
Desgraciadamente la República no es la panacea para nuestros
problemas económicos y sociales. Los estado republicanos no están
vacunados e inmunizados contra el paro, las crisis, los problemas de
convivencia, etc. Tampoco el republicanismo es sinónimo de
progresismo y de “izquierdas”. En países definidos como
republicanos y democráticos existen partidos y gobiernos de “centro”
y de “derechas”. Republicanos eran Machado, Ortega y Gasset,
Marañon y Pérez de Ayala, todos miembros del ASR (Agrupación al
Servicio de la República) por citar a algunos que no eran de
“izquierdas”. Sin olvidar que a muchas personas de “izquierda”
les horroriza el vocablo “progresia”, como a Julio Anguita.
En
nuestra época pecamos de ver, mirar e interpretar con los ojos de
nuestro tiempo acontecimientos históricos pretéritos sin ponernos
en la situación y el contexto de entonces. Ya sea la transición, el
papel de la mujer a lo largo de la historia, la vivencia de la
sexualidad, etc.
Nuevos
descubrimientos en neuropsicología concluyen que la forma de leer en
Internet es superficial y rápida, provocando la perdida de la
lectura profunda y, por tanto, la disminución del pensamiento
crítico. La única arma de defensa que tenemos la población civil
en esta moderna guerra por el relato.
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