En esto momentos donde parece que se intuye la
luz al final del túnel, es conveniente mantener la calma y la sangre fría, para
por un lado ir planificando esa vuelta a la “normalidad” y de otro analizar
esta crisis preguntándonos, mirándonos al espejo sin ningún tipo de maquillaje,
los dos interrogantes clave: ¿Por qué? y ¿Para qué?, que son las preguntas
esenciales para una mejora.
El primero, los por qué, son necesarios para
hacer un ejercicio de revisión y no volver a caer en los mismos errores en
futuras crisis. Hemos comprobado en nuestras carnes que tras la crisis
económica no hicimos este ejercicio ya que el primer fallo ha sido presumir de
sistema de sanidad, al igual que hicimos al presumir de nuestro sistema
financiero. Así nos fue y así nos ha ido. Ojo con este no quiere decir que
nuestro sistema sanitario no sea bueno, pero si no hacemos este ejercicio de
reflexión no lo podremos mejorar.
Como tampoco mejoraremos nuestras respuestas a
futuras crisis globales, que las habrá. El coronavirus SARS-CoV-2 causante del COVID 19 ha venido para quedarse, al igual que sus
primos que conviven con nosotros y que nos visitan cíclicamente, gripe,
resfriados, catarros, procesos febriles y diarreicos indeterminados, y hasta
que no desarrollemos inmunidad (anticuerpos), o vacunas y retrovirales que nos
ayuden a sobrellevarlo hemos de vigilar su vuelta y cómo actuar cuando se
detecte su amenaza. Pero los expertos también advierten que las venideras
crisis, del tipo que sean (económicos, sanitarias, etc.), serán ya globales.
Sin embargo, detecto que los gobiernos
(Estatal, Autonómico y Local) no parecen estar por la labor de hacer esta
reflexión, pero es mejor una vez colorado que cientos amarillo, y mejor
presentar mis errores e indicar como los voy a subsanar que pretender pasar
página pues siempre habrá quien pida responsabilidades, lo cual es normal en un
estado democrático y en esta crisis todos tenemos que entonar nuestro mea
culpa. Aunque algunos además deben asumir sus responsabilidades que para eso se
les ha votado y estamos pagando sus sueldos; además ellos han buscado los
acuerdos y los votos necesarios para estar ahí. Todavía no ha llegado el
momento de la crítica a las actuaciones, pero se acerca y las ganas de
reestablecer la “normalidad” no deben distraemos de la misma.
Pero si importantes son los por qué, para la implementación
de nuestros sistemas y la mejora de la capacidad de respuesta, más lo son los
para qué. Pues según como respondamos a estos, nos marcaran la dirección a
seguir, y la visión (a dónde queremos llegar) y objetivos (qué queremos
lograr).
En estos días de confinamiento, casi desde el
inicio, aparecieron sin tiempo para haber realizado una profunda reflexión ni
individual y menos colectiva, salieron voces indicando diferentes “nortes” a
seguir. Si bien todos habían pasado por la fase de sentimiento o dolor, muchas
no expresaban su rechazo y renuncia a las conductas que nos han llevado a esta
situación y bastantes adolecían de un propósito de cambio real, imbuidos de
este “bambismo” y sentimiento infantiloide que impregnan y ahogan a nuestra
poco madura sociedad. Por ello me reservo mi opinión, la cual escribo en
paralelo y que en un futuro a medio plazo espero poder compartir, deseando en
parte equivocarme.
Mas debo advertir que en esta lluvia de ideas
e improvisaciones a la que nuestros gobernantes y expertos nos someten y los
diferentes medios nos bombardean constantemente día sí y día también, hay
demasiadas actitudes que no me gustan. Es cierto que estamos en un estado de
alarma, pero este no es ni similar ni comparable al de la antigua república
romana en donde todo el poder se otorgaba a un dictador temporalmente.
Vislumbro amagos y ramalazos de autoritarismo en nuestro poder ejecutivo, que
me preocupan, pues a parte de una posible inexperiencia y no haber vivido
situaciones parecidas se unen las actitudes de algunos de nuestros dirigentes
que son miembros de unas generaciones educadas en el consentimiento y que
buscan imponer sus criterios con unos controles y unas medias de seguridad que
coartan nuestra individualidad y privacidad y que son propios de otros modelos
sociales que nada tienen que ver con nuestro sistema democrático y que
pretenden, en estas excepcionales circunstancias en donde el equilibrio
libertad-seguridad está escorado por una microscópica partícula, aprovechar la
coyuntura, del confinamiento y las rápidas ganas de volver a una “normalidad”
nada aclarada, para que el hobbesiano leviatan-estado nos cambie sin acuerdo el
pacto social y marque un nuevo terreno y reglas de juego a golpe de decreto
basándose en una ficticia promesa de temporal seguridad venidera a la espera de
soluciones definitivas (vacunas y retrovirales para todos).
No caigamos en la trampa de la que Voltaire nos
advirtió “La política es el camino para que las personas sin principios puedan
dirigir a las personas sin memoria”. El consenso y el nuevo pacto social es
cosa de todos no único y exclusivo de la casta, nueva y vieja, política.
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