Bastantes
personas, muchos creyentes, seguimos con gran interés y expectación la polémica
que recientemente
se inició
con el artículo de Diego S Garrocho preguntando ¿dónde estaban los cristianos?
y ha continuado con distintos artículos.
En
principio llama la atención que se pregunten por la presencia de los cristianos
cuando desde diferentes ámbitos de la sociedad civil se quiere relegar a la
dimensión espiritual de las personas a una faceta personal e intimista, alejada
y excluida del ágora de la sociedad. De un lado, los sectores progresistas que
quieren monopolizar y ser la voz de los desfavorecidos, de otro el
conservadurismo que se siente interpelado por su hipócrita fariseísmo y por
último una parte de la institución eclesial la cual debiera hacer autocrítica y
repensar como usar los muchos medios de que dispone y los pocos frutos que consigue.
Quizá en parte porque en ciertos estamentos eclesiales la dimensión social de
la fe asusta e incluso disgusta.
Hemos de
tener claro que el cristianismo no es una ideología. Ser
cristiano consiste en el seguimiento de Jesús de Nazaret, siendo plenamente
conscientes de las imperfecciones y defectos de cada uno. El ser cristiano es
una vivencia de fe, un desarrollo de la dimensión espiritual de la persona, que
además se apoya y ayuda en una comunidad.
Por ello
el cristianismo es muy rico en su diversidad, hay cristianos católicos,
protestantes (luteranos, anglicanos, evangelistas, calvinistas, etc.),
ortodoxos (griegos, rusos y orientales) y coptos. Y dentro de todas estas
variantes del cristianismo hay distintos enfoques de vivir la fe y ponerla en
práctica. Yendo desde el ascetismo, pasando por la vida contemplativa y acabando
en la compaginación de la reflexión con la acción. Además, esta acción se puede
clasificar en asistencial o transformadora, la última además de lograr la
conversión de las personas, también busca la renovación de las estructuras para
que estas sean expresión de un mundo nuevo y más humano.
Coincido
con José María Torralba en que hay que buscar el equilibrio entre el
racionalismo (reducir la religión a un valor simbólico, perdiendo la dimensión
trascendente y a una religión sin Dios) y el fideísmo (la incapacidad de dar
razón de la fe, alcanzando una actitud reaccionaria ante la realidad). La falta
de equilibrio provoca en ambos casos que la religión se reduzca a la moral.
Si bien
es cierto que en los medios de comunicación y especialmente en las redes
abundan los titulares fáciles, la falta de respeto, el exceso de tertulianos y
que el debate serio y profundo con datos y argumentos ha sido suplantado por la
polémica y un exceso de sentimiento, …la pregunta lanzada por Garrocho nos debe
interpelar profundamente a los cristianos. Pero rotundamente no estoy de
acuerdo, como algún participante ha sugerido en el debate, que el rito y el
culto sea el campo de batalla a elegir, pienso que la exhibición de la
religiosidad no es la manera de participar en la sociedad.
Considero
que los cristianos además de dar razón de la realidad (testimonio) desde su fe
con alegría y amor a la libertad, aportan su papel distintivo y que es el fomento
de espacios de encuentro, en donde todos sumen y se puede construir un
“nosotros” común y plural, en donde nadie sea más, pero tampoco menos que el
otro. Lo que ahora se llama cultura del encuentro.
Hay iniciativas
interesantes pero muchas veces no tienen todo el eco que debieran como la de AC
que en 2008 reunió a políticos de distinto signo, del arco del Parlamento Foral
de aquel entonces, para dialogar sobre el compromiso político de los cristianos,
y cuya buena acogida por parte de los políticos fue inversamente proporcional a
la de una parte de la jerarquía eclesial diocesana.
O la
presencia, aunque minoritaria, en España de Pax Romana (Movimiento de
Intelectuales Cristianos), cuyo grupo navarro Solasbide, desde hace seis años,
anualmente organiza un encuentro abierto de dialogo con personas de la sociedad
navarra tratando diversos temas como la dimensión pública de la religión, la
convivencia religiosa y democrática, el dialogo por la paz, la Europa social y
los jóvenes, el trabajo digno y decente, el cuidado de la casa común.
Quiero creer que el Espíritu
Santo alimenta con su soplo este debate para ayudar a que poco a poco los
cristianos seamos más visibles en la sociedad y nos animemos a participar sin
miedo y ésta sea más permeable a nuestra presencia y abierta a escucharnos.
Nota: publicado el 20-12-2020 en Diario de Navarra y el 21-12-2020 en navarrainformacion.es
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